Mis (casi) 25 años de Sónar

El cartel de este año recuerda el <em>Sónar Calling</em>, en que 38 artistas han enviado piezas musicales a un exoplaneta potencialmente habitable
PRENSA SÓNAR | El cartel de este año recuerda el Sónar Calling, en que 38 artistas han enviado piezas musicales a un exoplaneta potencialmente habitable

VICENÇ BATALLA. Haciendo un psicoanálisis de un cuarto de mi vida, y calculando que  durante este tiempo me he perdido seis ediciones del Sónar (14-16 de junio), extraigo una crónica musical sentimental que puede ser tan válida como la de los otros aficionados, periodistas, artistas y los mismos organizadores sobre el festival que a algunos nos cambió el concepto de los sonidos electrónicos y de baile y se ha convertido en referente en todo el mundo. De aquellos ritmos industriales, ácidos y trance de 1994 a una conversación el año pasado con Brian Eno y sus cuadros audiodigitales infinitos como el ambient patentado por él mismo. Un retorno al futuro como si nunca nos hubiéramos movido de sitio.

Supongo que puedo presumir de haber estado en el primer Sónar, organizado hace veinticuatro años. En esta primera ocasión, como público. Un primer día en el hall del Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB) viendo a los pioneros madrileños Esplendor Geométrico y un segundo en la sala Apolo bailando el trance del alemán Sven Väth y presenciando las actuaciones de su compatriota Atom Heart (Uwe Schmidt), el noise-ambient del norteamericano Vapour Space y una de las innumerabables identidades del vallesano Álex Martín como Omni. Acostumbrado a la makina de las discotecas de extrarradio y los afters, eso me pareció extremadamente duro porque me esperaba los típicos subidones con melodía ahí donde lo que había era más bien una contundente e innegociable continuidad rítmica. Y me había perdido a Ángel (Molina) y Laurent Garnier el día antes, que en la edición 2018 vuelven a tener una presencia destacada

Imagen del primer Sónar en 1994, con el lema de Advanced Music Meeting que se adoptaría como empresa
PRENSA SONAR | Imagen del primer Sónar en 1994, con el lema de Advanced Music Meeting que se adoptaría como empresa

En 1995, ya me acredité como periodista en mi apuesta sin ambages por esta emergencia electrónica que me hacía recuperar una juventud perdida en la información política local gracias a la emisión Transmatadepera de Matadepera Ràdio. Poco después, empezaría a escribir en el suplemento Rock & Clàssic del Avui en medio de una cierta incomprensión por parte de los lectores del rock catalán y de los promotores del clubbing barcelonés por unos artículos escritos en esta lengua. Pero aquella segunda edición sería mi bautizo como periodista musical, conociendo a algunas de las principales firmas estatales como Luis Lles de un género en ebullición. En el programa por la noche, en una carpa en Montjuïc: Orbital, John Acquaviva, Kenny Larkin y Fangoria, en sus momentos más dulces.

El año siguiente, todavía en la carpa, algunos de estos críticos nos hicimos un hartón de bailar con el techno de Detroit de Richie Hawtin aka Plastikman y Jeff Mills, los bucles de Josh Wink, el orientalismo de Ken Ishi y el dúo escocés Slam, mientras intuíamos que los Autechre se alejaban de las convenciones para entrar en un mundo abstracto que solo es suyo. A uno de los dos Slam, Orde Meikle, lo fuimos a buscar al aeropuerto para entrevistarlo en Matadepera Ràdio (previo bocadillo en un bar para ver un Escocia-Inglaterra de fútbol). Este dúo era el propietario del sello Soma Quality Recordings, los primeros en publicar a Daft Punk (Da funk).

Daft Punk, Kraftwerk y Stockhausen

Los padres de los tres fundadores y aun directores del festival, cuando en 1997 Sergio Caballero ya buscaba iconografías no convencionales
PRENSA SÓNAR | Los padres de los tres fundadores y aun directores del festival, cuando en 1997 Sergio Caballero ya buscaba iconografías no convencionales

Y el primer concierto internacional de la pareja Daft Punk fue, precisamente, en el Sónar 1997. La noche había cambiado de ubicación y se había ido al pabellón de la Mar Bella. Pero el éxito inesperado de su primero álbum Homework (signo que el mainstream afortunadamente estaba cambiando) colapsó el jueves este espacio más grande. Algunos vieron en ello una crisis de crecimiento. Rock de Lux le dedicó un artículo crítico. A mí me tocó hacer en la misma revista la crónica musical de todo el festival y recuerdo haber acabado bailando a las siete de la madrugada con Jeff Mills y con un último break del Professor Angel Dust.

Aunque todo pareció volver a calmarse en 1998 cuando los organizadores (Ricard Robles, Enric Palau, Sergio Caballero) consiguieron como cabeza de cartel su sueño de traer a los Kraftwerk. En aquel momento, aparte de haber dejado de publicar álbumes con material nuevo, no se prodigaban tanto. Y todos los asistentes tuvimos la sensación de que estábamos cubriendo un ciclo de nuestra educación musical. A partir de entonces, ya podíamos sentirnos ungidos.

Mientras tanto, en 1999 continuaban llegando viejas glorias en los espacios diurnos más íntimos: los Suicide o el teórico David Toop (Exotica: fabricated sounsdscapes in a real world). O nuevos gurús como Dj Spooky y la escuderia Mego, encabezada por Fennesz.

Y, para padrino, el creador de la electroacústica Karlheinz Stockhausen en el Teatre Tívoli el año 2000. Al tiempo que Genesis P. Orridge paseaba su adroginia por los recovecos del CCCB, Marc Almond revivía de los Soft Cell, Dj Hell contribuía al revival electroclash y los Death in Vegas retornaban las guitarras a los escenarios.

Entre París y Barcelona

Después de algunas peripecias, los organizadores consiguieron hacerle fotos a Maradona en México para la imagen de 2002
PRENSA SÓNAR | Después de algunas peripecias, los organizadores consiguieron hacerle fotos a Maradona en México para la imagen de 2002

Con el cambio de milenio, también migré de país. Hacia una french touch en declive. Pero regresaba en 2001 para descubrir las inmensas naves de Montjuïc II en L’Hospitalet de Llobregat, mucho mas difíciles de franquear que las vallas de la playa de la Mar Bella. Oportunidad para ver a los Sonic Youth en su vertiente más experimental con Jim O’Rourke y un Aphex Twin pinchando alta y baja cultura. También al padrino del house Frankie Knuckles.

Y, aquí, empiezan a haber agujeros negros. En 2002, yo aun arrastraba la resaca del paso a la segunda vuelta del ultraderechista Jean-Marie Le Pen en las elecciones presidenciales francesas en mi trabajo de corresponsal desde París. El nuevo siglo nos hacía retroceder al anterior, y así estamos (Marine Le Pen en 2017). Escapada en 2003 (décima edición) para ver a Björk en un espacio seguramente no tan intimista como nos gustaría, pero ahora ya prácticamente imposible que sea de otra manera. Y cruce de viejos y nuevos iconos: Underworld y LCD Soundsystem.

Nueva ausencia en 2004 para aterrizar en 2005 en una edición especialmente brillante: M.I.A. en su primera gira internacional y una patada en el estómago de una voz global que aplicaba el punk a las máquinas, las redes sociales y la condición femenina y las minorías. Su retorno en 2011 se vería malogrado por una manipulación excesiva del equipo de sonido. Esa misma noche, todavía sacudidos por el efecto Mathangi Maya Arulpragasam y otras sustancias, los De La Soul se hacían acompañar por… Kanye West. Punto de inflexión de un festival que, sus inicios, tenía al rap en un segundo plano porque ambos circuitos vivían de espaldas. El honor de todo ello es que los terrasenses Solo los Solos actuaron justo antes de estas figuras.

Y el agujero negro más prolongado de todo este aniversario: 2006, 2007, 2008. Ocupado por otros proyectos y otras obligaciones en la capital parisina (elección de Nicolas Sarkozy y banlieues en pie de guerra), me perdí las reapariciones de Chic, Devo y Yazoo y la irrupción del reguetón con actitud de Calle 13. Estaba en hibernación retomando fuerzas.

África y Latinoamérica

Caballero realizó incluso una película de la image de 2010, <em>Finisterrae</em>, que ganó uno de los primeros premios en el festival de Rotterdamn
PRENSA SÓNAR | Caballero realizó incluso una película de la imagen de 2010, Finisterrae, que ganó uno de los primeros premios en el festival de Rotterdam

La edición de 2009 se recordará por la entrada de África y Oriente Próximo en la programación por derecho propio. Lo demostraron los conciertos incendiarios en el CCCB de los congoleses Konono nº1 y el sirio Omar Souleyman y la magia del etíope Mulatu Astatke, aunque este último se me escapara. También por la lección de tablas de Grace Jones, por más quebraderos de cabeza que parece les provocó a los responsables del certamen.

De 2010, me resultó especialmente emocionante la actuación de los ingleses Broadcast, más teniendo en cuenta que la cantante Trish Keenan moriría meses después por una maldita neumonía. Aquel año, disfruté a su vez en el patio del CCCB contiguo a la facultad de comunicación de la Blanquerna (¿futuros críticos?) con el hipnótico Fuego de los colombianos Bomba Estéreo en la progresiva apertura del festival hacia los ritmos latinos. Y pude degustar el techno neuronal de los bristolianos Fuck Buttons.

Más ritmo global en 2011, con los portugueses y su kuduro angoleño Buraka Sound System y nuevas divas de la música negra como la norteamericana Janelle Monáe con la espectacular puesta en escena de su primer álbum. Todo ello, coronado por la sesión de clausura saliendo el sol del siempre exquisito James Holden.

Último agujero negro en 2012, en medio de un cambio de residencia de París a Lyon, para saltar a 2013 con un encadenamiento por mi parte ya sin interrupciones. Y, para conmemorar esta vigésima edición, qué mejor que volver a ver a los Kraftwerk en tres dimensiones añadiendo Fukushima en los vídeos de Radioactivity.

El imperio de los GAFA

Las majorettes checas para la edición de los veinte años, con barbas eurovisivas
PRENSA SÓNAR | Las majorettes checas para la edición de los veinte años, con barbas eurovisivas

A nivel logístico, perdíamos las salas, el patio y los estrechos pasadizos del CCCB y todos nuestros recuerdos allí dentro a cambio de unas jornadas de día en los pabellones 3, 4 y 5 de Montjuïc. O sea, más espacio y una revancha del Sónar de día respecto al Sónar de noche en Montjuïc II. Y, de paso, una amplificación del concepto de festival hacia el simposio de creatividad, tecnología y negocios Sónar+D. Adaptación forzada por los GAFA, los amos de internet, pero también por una economía desmaterializada en la que las ferias de discos, fanzines e instrumentos habían desaparecido y se echaban en falta lugares de encuentro personales más allá de la celebración hedonista.

A nivel artístico, la cantante de los Chromatics acababa con el Into the black (my, my, hey, hey), reivindicando a Neil Young, Skrillex, Major Lazer y TNGHT ponían en primera línea al EDM, el nuevo dancehall y el trap, Mykki Blanco avanzaba la ola queer y Derrick May me demostraba en su sesión quién había inventado el techno con raíces negras.

Los sonidos negros continuaban reinando en 2014, con el final de fiesta de Nile Rodgers, la voz renacida de Neneh Cherry y la actitud política de los rapers Clipping, además de la calidad y la fuerza compositiva de Jon Hopkins. Asimismo revivía la época disco en la pista circular de DESPACIO de los 2manydjs y James Murphy.

Mi mayor impacto en 2015 fue el descubrimiento del ilicitano Niño de Elche y su ductilidad para adaptar su cante a cualquier forma moderna de música como en ese caso el Raverdial de Los Voluble. Una revelación que ya no me ha abandonado desde entonces, al cruzármelo de forma periódica en los festivales transversales franceses.

Con Brian Eno en la oscuridad

Enric Palau (programación), Sergio Caballero (imagen) y Ricard Robles (comunicación), <em>los tres mosqueteros</em> del Sónar
PRENSA SÓNAR | Enric Palau (programación), Sergio Caballero (imagen) y Ricard Robles (comunicación), los tres mosqueteros del Sónar

El año 2016 es el del reencuentro con los New Order y el retorno del grime como rap de los suburbios británicos, pero sobre todo de los artistas transgénero con un Anonhi (ex Antony Hegarty) que nos obligaba a afrontar cara a cara nuestros miedos, sufrimientos e hipocresías con un grano eso sí de esperanza.

Una postura llevada a su máximo grado de paroxismo y exhibicionismo por el venezolano Arca, que en 2017 se nos emancipaba definitivamente de su madrina Björk (presente en esta edición tras los platos y sus máscaras) y sse convertía en el ídolo queer por excelencia. Paralelamente los organizadores se inventaban de día el cuarto escenario SonarXS para dar cabida a todos los nuevos sonidos del universo trap, lo que me permitiría ver de cerca a las nuevas estrellas locales youtubers.

Y para cerrar el círculo y con una cámara 360º de mi ex televisión Euronews, que paseaba durante el festival como si fuera una jirafa, tuve la oportunidad de recorrer en la oscuridad las tres plantas del Centre d’Arts Santa Mònica con el puntal de todos estos sonidos Brian Eno por la exposición Lightforms/soundforms. Algunas de mis imágenes eran demasiado oscuras, el sistema de micro improvisado falló en algunos momentos, pero la tercera y definitiva conversación en la planta baja fue la buena cuando me hablaba de su música sin fin a propósito del su último álbum Reflection. Una manera apropiada para detenerme a hacer balance y continuar después este cuarto de siglo vivido, esta era la idea, peligrosamente.

Ni flyers ni pósters. 25 años de la imagen del Sónar, exposición en el Centre d’Art Tecla Sala en L’Hospitalet de Llobregat (hasta el 23 de junio)

Sónar+D, 6º simposio de creatividad, tecnología y negocios en la Feria de Montjuïc de Barcelona  (13, 14, 15 y 16 de junio)

 

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