SANTI PALOS. El éxito de la serie de televisión Lupin ha propiciado la primera traducción al catalán del conjunto de novelas (18), narraciones (34) y obras de teatro (5) que el francés Maurice Leblanc escribió, entre 1907 y 1941, con el personaje de este señor-ladrón que ha inspirado, modernizándolo, la reciente producción de Netflix. Esta primera traducción es Arsène Lupin contra Herlock Sholmès (Edicions de 1984). Se trata del segundo de los libros del autor (reúne dos relatos) y hay que suponer que ha sido elegido por el gancho que supone el enfrentamiento con quien ya entonces era el detective de ficción más famoso (al cual Leblanc deformó el nombre para ahorrarse pleitos de su creador, Arthur Conan Doyle).
El inesperado retorno de Arsenio Lupin (tal como lo habíamos conocido, algunos, en la década de 1970, en aquellos libros de negras cubiertas de Tusquets, otros en ediciones más antiguas) ha hecho que forofos y coleccionistas de literatura popular recordaran, o tuvieran conocimiento, de que Francia ha sido un territorio fecundo y líder en este ámbito; justamente donde se acuñó el término de folletín (roman-feuilleton) para denominar la narrativa de ficción que, desde las primeras décadas del siglo XIX, empezó a ser publicada por entregas, por los diarios y revistas pero también en cuadernos y fascículos independientes.
Hay que decir que no hablamos de la literatura popular en el concepto tradicional que comprende las fábulas, los cuentos o la poesía transmitida oralmente sino de la que también es llamada, sobre todo en ámbitos académicos, literatura de consumo (denominación que ya en 1974 era cuestionada por Joan Fuster en un artículo en el diario La Vanguardia, puesto que “no hay literatura que no sea de consumo, bien se mire: alguien escribe para que alguien lo lea, y leer es consumir en cualquier contexto»).
El éxito de los folletines franceses
En España, en castellano, se publicó mucha novela popular francesa, de feuilleton, a partir del éxito que tuvieron en la década de 1840 las traducciones de Les Mystères de Paris de Eugène Sudo (que generó pronto una réplica local, Barcelona y sus misterios, de Antoni Altadill i Teixidó, también un best seller de su tiempo) y Les Trois Mousquetaires de Alexandre Dumas, esta aparecida en 1845, solo un año después de la edición original, y hasta la Guerra Civil.
Dumas, Ponson du Terrail (autor de la serie sobre Rocambole, otro héroe-ladrón), Fortuné de Boisgovery, Paul Féval, Gustave Le Faure, Gustave Aimard, J.-H. Rosny, Xavier de Montépin, Marc Mario, Émile Gaboriau, Paul d’Ivoi y más autores franceses de popular fueron bastante leídos en este periodo que alcanza casi un siglo; por supuesto también Julio Verne, que empieza en vida y muy pronto a ser traducido al castellano (en catalán no lo será hasta la década de 1920). Es un flujo que queda interrumpido, por causas diversas, después de 1939. “En aquellos años se editaba en España literatura de aventuras francesa, italiana, inglesa, eslava y alemana. Tras nuestra Guerra Civil y la II Guerra Mundial solo quedaron disponibles -y en colecciones juveniles- Karl May por Alemania, Salgari por Italia y Verne y Dumas por Francia”, explica Alfredo Lara, gran erudito y librero del tema, en el artículo La novela de aventuras, incluido en el libro colectivo La novela popular en España (Robel, 2000). “Todo el resto fue anglosajón. El éxito del anglosajón mandó al pudridero del olvido toda una serie de clásicos de la aventura todavía por recuperar”.
El trabajo de investigación de ‘Le Rocambole’
Estas ediciones castellanas centenarias (colecciones como por ejemplo La novela ilustrada, dirigida por Vicente Blasco Ibáñez, o La novela de ahora, que tenía periodicidad semanal) todavía son buscadas y leídas por los folletoliteratos, por la sencilla razón de que, de muchas de las obras que se publicaron, no ha habido reediciones. A los lectores y coleccionistas de esta literatura hay que recomendarles la Association des Amis du Roman Populaire/Asociación de Amigos de la Novela Popular (AARP) y su maravillosa revista Le Rocambole. Fundada en 1984 en Maurepas (en la antigua región de Picardia, en el norte), la AARP empezó sacando dos publicaciones: Tapis-Franc, que presentaba trabajos universitarios de investigación, y un Bulletin, dedicado básicamente a la información y la publicación de documentos, textos inéditos y bibliografías. El año 1997 decidieron unificarlas con la creación de Le Rocambole, que pese a poner bulletin a su subtítulo, es una revista en formado libro (de 14 por 20 centímetros), hecho con una pasión inmensa y toda la erudición y el rigor científico posibles por el roman populaire, el roman feuilleton y los territorios literarios que puedan hacer frontera.
Cada número presenta un dosier sobre un tema, complementado con artículos, críticas y reseñas de libros, exposiciones y actividades y noticias. El último, con fecha del pasado julio, es doble (95-96) y ofrece 240 páginas y catorce estudios sobre las relaciones entre la novela popular y la Comuna de París. “En efecto, nos sorprende -una vez más- que las obras y artículos que tienen la ambición de examinar las relaciones entre los escritores y la Comuna ignoran todas, o casi todas, las novelas populares”, justifica la AARP como motivo de un Rocambole dedicado a esta insurrección popular, y primero y efímero intento de socialismo democrático, que ha cumplido 150 años en este 2021. “Esta ignorancia se debe a que los autores de estos trabajos se limitan, a menudo, a los autores legitimados y no piensan en salir un poco de este circuito tan mal señalizado”, se lee en la editorial. “Sin duda, interesarse por las novelas populares pide más trabajo: hay que localizarlas en la prensa o bajo firmas poco conocidas, encontrarlas, leerlas, analizarlas. Pero, como verán al leer este dosier, merece la pena investigar. En el ámbito que nos interesa, hay textos apasionantes”.
La Comuna de París, utopías y ucronías
Además de tres artículos generales sobre el tema, podemos leer trabajos sobre autores que escribieron sobre la Comuna, bien desde el testimonio y la opinión sobre los hechos, bien desde la narrativa. Por supuesto, también existe una literatura que ha querido responder a la pregunta ¿Y si la Comuna hubiera triunfado?, título de un estudio de Philippe Étuin sobre las “anticipaciones, utopías y ucronías de la Comuna de 1871”. Y Joseph Altairac, gran estudioso francés de la ciencia ficción y las retroficciones, que murió hace ahora justamente un año, firma un trabajo sobre Algunas revoluciones olvidadas. También se pueden leer, en este Le Rocambole 95-96, artículos muy documentados sobre las novelas judiciales de antes de 1870, los orígenes de las policíacas, la obra de Howard Pease (escritor norteamericano especializado en historias de aventuras marítimas) o la anticipación médica que especula sobre el fin de las enfermedades (otro trabajo del añorado Altairac).
En números anteriores, Le Rocambole ha dedicado su dosier central a escritores (Ponson du Terrail, Eugène Sudo, Emilio Salgari, Jules Lermine, Enid Blyton, Gustave Aimard, George Le Faure, André Laurie, los primos de Jules Verne), editoriales, colecciones y publicaciones, o a temas (Napoleón y la novela popular, Estrategias de traducción, Los aventureros del Polo, Folletines & series TV, Dumas y el teatro, La novela popular en Grecia, Maurice Leblanc sin Lupin… ). En cada número de Le Rocambole, hay mucho para leer (la letra es pequeña), y descubrimientos incesantes.
Textos raros de Verne y Terrail
La actividad de los Amigos de la Novela Popular va mucho más allá de esta revista de periodicidad más o menos trimestral. La asociación también publica dos colecciones de libros, la Bibliothèque du Rocambole, que reedita textos raros (solo de las series de Verne y Terrail ya llevan once y trece, respectivamente), y Études populaires, además de organizar exposiciones, conferencias y jornadas de estudio. Y con la colaboración de la Universidad de Picardía-Jules Verne, mantiene abierto el Centro Rocambole (Centro de Recursos Internacional de la Novela Popular). Una tarea impresionante, por la cantidad, la calidad y la continuidad, que tomó el vuelo con el empuje que le dio René Guise (1932-1994).
Profesor de Literatura Moderna en la Universidad de Nancy-II, Guise fue uno de los fundadores del AARP, pero también el creador tanto del Centro de Investigaciones sobre la Literatura Popular de esta universidad como de la Biblioteca Europea de la Novela Popular, ubicada en el pequeño municipio de Laxou, donde hizo donación de su archivo de unos cinco mil documentos (un fondo con el que se inauguró en 1991, y que ha ido enriqueciéndose a lo largo de los años hasta llegar a los veinte mil títulos actuales). “A pesar de su fenomenal éxito, la novela popular no ha conquistado el lugar que le corresponde en la Literatura”, leemos en su web. “Durante mucho tiempo, se la ha criticado, ignorado o despreciado porque iba destinada a las clases trabajadoras. A menudo ha sido calificada de ‘paraliteratura’ o, peor todavía, de ‘infraliteratura’. Hoy toma su revancha, puesto que los coleccionistas la buscan y los investigadores le dedican trabajos”.
“El siglo XXI verá, sin ningún tipo de duda, un incremento fenomenal de los estudios sobre lo ‘popular’, su literatura, su novela, su historia, sus ediciones”, escribía Jean-Luc Buard en la editorial del primer número de Le Rocambole (primavera de 1997). Y el tiempo le ha dado la razón, cuando menos en cuanto a su país. El AARP no es la única asociación dedicada al tema en Francia, donde existe una nutrida red de entidades, lectores, coleccionistas, investigadores, bibliotecas, librerías, publicaciones y webs, y mucha afición y mucho interés por conservar y estudiar este ámbito de la cultura.
Reivindicación de Josep Maria Folch i Torres
Todo ello, visto desde Cataluña, y todavía más si lo miramos desde la perspectiva de la literatura en lengua catalana, da mucha envidia. Nos revela un territorio ciertamente “ignorado y despreciado”, en que casi todo está por hacer. Sí que desde el campo universitario se han producido algunos estudios (destacamos Bibliografía de la novela sentimental publicada en catalán entre 1924 y 1939, de Núria Pi, con un capítulo que sintetiza bastante bien la historia de la literatura consumista), generalmente poco difundidos y algunos aún inéditos (Vaciado de la revista ‘Llegiu-me’ 1926-1928, de Lluïsa Parés), pero señalaré tres elementos significativos de la ignorancia y desprecio por este patrimonio literario. El más clamoroso es el hecho de que, de Josep Maria Folch i Torres, el gran escritor catalán de popular, sus novelas de aventuras científicas y viajes exóticos, claramente inspiradas por Verne y con buenos resultados (El gegant dels aires, La família del capità Delmar), hace cuarenta años que no se reeditan, y los dos magníficos westerns que escribió (Per les terres rojes y El rei de les muntanyes blaves) hace sesenta años que no han pasado por la imprenta.
También podemos referirnos al olvido absoluto de los autores que publicaban en las colecciones populares de novela antimodernista, que fueron tan leídas, en catalán, a finales del siglo XIX y comienzos del XX, y perfectamente asimilables a algunos de los escritores recuperados y estudiados en Le Rocambole. Un “conjunto de novelas que, desde un punto de vista actual, no dejaríamos de calificar como un conjunto de despropósitos”, sentenció el filólogo Jordi Castellanos en su artículo La novela antimodernista. Las propuestas de ‘La Renaixença’ (publicado en 2003 en el volumen Profesor Joaquim Moles. Memoria, escritura, historia), al parecer enterrando por siempre jamás una literatura que quizás merece una nueva oportunidad, otra manera de ser leída; o, cuando menos, unas reediciones como las de la Bibliothèque du Rocambole con sus equivalentes franceses.
Un Tarzán casi inédito
Como también tendrían que ser accesibles, conocidas y valoradas las dos publicaciones más míticas de la literatura popular catalana: la colección Literatura sensacional (37 números, entre julio de 1908 y marzo de 1909), que publicó en catalán, por primera vez y muy pronto, el Sherlock Holmes de Conan Doyle, y la revista Llegiu-me, insólito proyecto que combinaba autores catalanes y traducciones.
Pero no ha habido nunca, en catalán, ninguna colección de novelas del Oeste, ni cuando Marcial Lafuente Estefanía era el rey en castellano de los quioscos, ni ahora que Frontera, de la editorial Valdemar, dirigida por Alfredo Lara, demuestra que el género también dio (y sigue dando) obras de gran calidad literaria.
Tampoco se puede leer en catalán, otro ejemplo, la serie de novelas de Tarzán, traducidas a más de cincuenta idiomas, con millones de ejemplares vendidos en todo el mundo. La primera, Tarzan of the Apes, que Edgar Rice Burroughs publicó en 1912, tardaría 85 años a llegar en catalán. Cuando Ediciones de la Magrana publicó en 1997 Tarzan de les mones, se hizo sin ningún tipo de promoción y casi escondida en una colección juvenil, sin que tuviera continuidad. Las otras veintitrés novelas de Tarzán que escribió su creador (y también los numerosos pastiches, realizados al margen de los derechos de autor, en países diversos, tomando prestado como protagonista a quién es el cuarto personaje de ficción más adaptado al cine) siguen inéditas en catalán. En casi todos sus frentes, la novela popular, aquí, todavía tiene que conquistar el lugar que le corresponde.
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