VICENÇ BATALLA. El teatro contemporáneo no solo se nutre de texto, de los clásicos y de los nuevos, sino que expande su campo de acción hacia el movimiento del cuerpo hasta hacer de la propia presencia física uno de sus principales valores. De este modo, muchas de las propuestas del Festival de Aviñón 2022 (7-26 de julio) se encontraban a medio camino del arte dramático, la danza, la música y la performance. Y el conjunto salía ganando. De las obras que vimos en la primera mitad del certamen, destacaban así One Song, de la flamenca Miet Warlop, Sans tambour, del francés Samuel Achache, Lady Magma, de la norirlandesa Oona Doherty, Via Injabulo, de los sudafricanos Via Katlehong, y Milk, del palestino Bashar Murkus. Repaso de estos espectáculos y de algunos otros, que continúan gira esta próxima temporada.
Una de las propuestas más vigorosas, que consigue salir victoriosa de su reto extenuante, es la hora de música en directo y en bucle simultáneo con el esfuerzo físico de One Song. La flamenca Miet Warlop pone a cantar, interpretar y bailar una docena de actores-músicos la misma canción durante una hora. Lo que de entrada parece inverosímil y hace temer una repetición agotadora para protagonistas y espectadores se convierte en un ejercicio extasiante para las dos partes. Como si unos, agarrados a este ejercicio en que caen en trance, y otros, hechizados por el ritual, levitaran de la manera más primitiva posible.
El concepto parte de un homenaje de Warlop a su hermano atleta muerto, realizado en 2005 con Sportband/Afgetrainde Klanke. Y que ahora la flamenca ha adaptado dentro del ciclo Historia(s) del teatro, que propone desde el centro NTGent el suizo Milo Rau, adepto del teatro documental y que antes ya han experimentado entre otros la madrileña Angélica Liddell (Liebestod).
En este caso, vendría a ser un concierto deportivo punk, donde los intérpretes tocan sus instrumentos mientras por ejemplo la violinista se pasea por una barra de equilibrios de gimnasia. El cantante se pasa la hora repitiendo la letra corriendo sobre una cinta estática, mientras que seguidores en un graderío no paran de bailar hasta derrumbarse por el suelo. El último, es una majorette hombre y solo queda de pie la veterana comentarista en chándal y un megáfono desde el cual lanza sus consignas en un divertido lenguaje inventado para este tipo de pruebas. Entre la risotada y el magnetismo, un exorcismo sobre la vida y la muerte. Tras recorrer otros países europeos, la pieza se anuncia en el Teatre Lliure barcelonés el 6 y 7 de abril de 2023.
De la ‘pantsula’ sudafricana al ‘happening’ de Oona Doherty
Igual de adictivas son las coreografías para los sudafricanos Via Katlehong que han imaginado el portugués Marco Da Silva Ferreira y el franco-senegalés Amala Dianor en Via Injabulo (Alegría, en zulú). A medio camino entre la danza pantsula, propia de los townships sudafricanos como manera de protestar en su momento de los negros contra el apartheid, y de los ritmos actuales de la música house, los siete bailarines de Via Kathelong (cuatro mujeres y tres hombres) contagian su electricidad y desparpajo, lo que transforma una dura carga social en un grito de vitalismo y hedonismo destruyendo las barreras. Da Silva Ferreira, en førm Inførms, les hace exhibir en grupo este particular movimiento en que el bailarín parece romperse para volverse a reconstruir, sin olvidar el gumboot, la percusión con las zapatillas y el silbido posterior que emula lo que hacían los mineros de su país también para reclamar sus derechos.
Por su parte, Dianor reproduce en Emaphakathini (Entre dos, en zulú) una fiesta en estos guetos, con sus neveras de bebidas y un dj animando el encuentro en que cada uno, solo o con pareja, expresa sus deseos y estados de ánimo. Sobresale la chica más joven, un prodigio de recursos y gracia. Los responsables de Via Katlehong ya habían encargado a otros coreógrafos internacionales colaboraciones que se crean en Johannesburgo mismo y, ahora, de estas dos últimas disfrutará un público europeo hasta diciembre que viene.
En un nivel estilístico totalmente opuesto, la norirlandesa Oona Doherty despliega en su coreografía Lady Magma una propuesta que no se esconde de los happenings de los años sesenta y setenta. En este caso, además, pudimos vivirlo en los jardines de La Cartuja de Villeneuve-lès-Avignon, en una conexión cósmica y espiritual entre la tierra y el cielo al atardecer. Las seis bailarinas escogidas por Doherty, previo licor de la cartuja servido a los espectadores, emergían poco a poco del suelo y se empezaban a mover lentamente al sonido de la música pausada de David Holmes hasta el instante del éxtasis con idas y venidas entre el público y solos de liberación de cada una de ellas. Una catarsis de solo cincuenta minutos, pero que queda en el aire un buen rato con la melodía que canturrea suavemente una de las bailarinas al final. La norirlandesa, León de Plata de la Bienal de Venecia 2021, ya prepara su nueva pieza Navy Blue con música de Jamie XX pero seguramente seguirá desplegando en otros lugares insólitos esta Lady Magma
De la inmersión tecnológica a los lieder deconstruidos de Schumann
Demasiado enigmático y coyuntural es All Over Nymphéas, coreografiado y bailado por Emmanuel Eggermont junto a otros cuatro bailarines y bailarinas. Partiendo de las repeticiones impresionistas de los Nenúfares de Monet y de la técnica del expresionismo abstracto de Jackson Pollock, Eggermont dibuja unos movimientos contemporáneos próximos a los desfiles de moda y una exquisita música electrónica pero que aparece como repetitivo y, al final, previsible pese a momentos notables y un claro tributo a la escena gay voguing.
En la Noche Inmersiva Super Tomorrow del 12 de julio en la iglesia de los Celestinos, organizado por la asociación de derechos de autores y artistas francesa Adami y el programa Tracks de la televisión Arte, se vieron cinco proyectos con intervención tecnológica. Aparte de los anillos de humo a partir de un proyectil que se elevaban por las bóvedas de la iglesia como halos celestiales de Guillaume Cousin (El silencio de las partículas), hay que destacar a la barcelonesa Rocio Berenguer que ensaya su performance musical e irónica con el grupo The Bad Weeds sobre la transmutación humana que se verá completa en el Teatro de la Ville parisiense en 2023 y, sobre todo, el dúo Just Your Shadow entre Jann Gallois y la también barcelonesa Carla Diego coreografiado por la primera con el apoyo de Adrien Mondot y Claire Bardainne, que desintegraban en parpadeos fluorescentes las bailarinas cada vez que estas se tocaban. Una maravilla sintética.
En un registro más teatral pero sin abandonar la fantasía, Sans tambour (Sin tambor), de Samuel Achache, mezcla los lieder románticos de Robert Schumann con el derrumbe literal de una pareja porque la obra empieza con la destrucción de la estructura de una casa con trozos de poliéster que van a parar cerca de la primera fila de los espectadores. Actores, actrices y músicos intercambian a menudo texto e instrumentos y hacen de ello una sola cosa gracias a la habilidad escenográfica de Achache y la dirección musical de Florent Hubert. La trama y los cuadros están llenos de situaciones burlescas que ponen al día estos lieder recordando que los románticos del XIX eran más conscientes de lo que se pueda pensar de su propia puesta en escena tan sentimental. El Festival de Otoño de París lleva la obra a principios de diciembre al Teatro Gérard Philipe para dar buena fe de su originalidad.
Leche vertida palestina, exilio iraní y relevo en la dirección
Completamente muda es Milk, del palestino Bashar Murkus, que desde Haifa y su Ensemble Teatro Khashabi utiliza la simbología de la leche blanca de las mujeres para hablar del sufrimiento femenino en todo tipo de conflictos. Se puede entrever, evidentemente, la pérdida por parte de madres de sus hijos en los territorios ocupados por Israel pero también, en estos momentos, las historias desgarradoras de la guerra de Ucrania o las muertes de inmigrantes en el Mediterráneo. La leche sale del pecho de estas mujeres como llantos y se esparce por todo el escenario, con momentos de alegría por el nacimiento de un niño pero también de desconsuelo por la eventualidad de su muerte cuando se hace mayor. La virtud de Murkus es transcender la situación de opresión concreta que sufre su pueblo para crear una relato universal, sin necesidad de palabras y solo con música, a la vez que que reivindica un teatro palestino independiente.
Antes de que pasara por el festival barcelonés Grec, el iraní Amir Reza Koohestani presentó en Aviñón En transit (En tránsito), un texto suyo libremente adaptado de la novela de Anna Seghers Transit sobre los refugiados en la Segunda Guerra Mundial. Reza Koohestani añade su experiencia personal cuando en 2018 lo reenviaron hacia su país desde el aeropuerto de Múnich porque había habido un problema con su visado europeo. Y se confrontó con el rechazo, más grave, que sufren los actuales refugiados ante la maquinaria burocrática occidental y las reglas cada vez más restrictivas.
Para escenificarlo, se vale de cuatro actrices (que pueden adoptar el papel de hombres), dos de ellas iraníes, varias lenguas y un dispositivo de módulos y cámaras para dar la misma sensación aséptica de los aeropuertos y los lugares de aduanas. Las intenciones son buenas, pero el paso de las historias de la Segunda Guerra Mundial de Seghers en el puerto de Marsella a las actuales del autor no acaban de cuajar y solo sube la intensidad cuando son las dos actrices iraníes, una exiliada, la otra residente en su país, las que dialogan entre ellas. En aquel momento, también pensamos en la caza de brujas en Irán, como la reciente detención de cineastas, entre ellos Jafar Panahi.
Una obra que representaba un enlace con el Festival de Aviñón 2023 es Iphigénie (Ifigenia), adaptación en francés de Anne Théron del texto del portugués Tiago Rodrigues que será los próximos cuatro años el director del certamen de la Provenza. Rodrigues convierte el destino trágico en la mitología griega de Ifigenia en una oda feminista contra la conjura de los dioses de sacrificar a la hija de Agamenón para que este pueda participar con sus barcos en la guerra de Troya.
Théron cuenta con un elenco de actores y actrices brillantes, una escenografía minimalista completada con vaporosas imágenes marinas en vídeo de fondo y, ciertamente, hay instantes de fuerza teatral en la pieza sin que acabe de coger el impulso suficiente que se espera. Era, en todo caso, una buena manera de degustar esta próxima edición confeccionada por Rodrigues, que con su dirección del prestigioso Teatro Nacional Dona Maria II de Lisboa se ha hecho a su vez un nombre en las escenas francesas como autor y escenógrafo. Será el primer director no francés en la historia del Festival de Aviñón.
Todas las crónicas del Festival de Aviñón 2022
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