Arles y Madrid me mata

VICENÇ BATALLA | Ouka Leele, en Arles, delante de la obra original de la serie <em>Peluquería</em> que ilustra el cartel de los Rencontres de la Fotografía 2019
VICENÇ BATALLA | Ouka Leele, en Arles, delante de la obra original de la serie Peluquería que ilustra el cartel de los Rencontres de la Fotografía 2019

VICENÇ BATALLA. El Madrid de la Movida se transporta fotográficamente a los Rencontres franceses de Arles (1 de julio-22 de septiembre), gracias a Foto Colectania de Barcelona, justo cuando en la capital española renacen fantasmas del pasado en el ayuntamiento. Las imágenes heterodoxas de Alberto García-Alix, Ouka Leele, Pablo Pérez-Mínguez y Miguel Trillo presiden la sala magna del palacio del Arzobispado de la ciudad provenzal, incluidas en la temática El cuerpo es un arma, mientras en la capital española aprendices de brujo quieren volver a encerrar, reprimir y estigmatizar este cuerpo. Y, detrás de ello, las ideas que habían permitido a una juventud que salía del franquismo liberarse y poseer su propia existencia. La Movida. Crónica de una agitación 1978-1988 contiene tanto de declaración generacional de aquella época como de alerta actual sobre lo que no debería perderse. Y de ello nos hablan los supervivientes García-Alix, Ouka Leele y Trillo. En medio de unos Rencontres de Arles que celebran su cincuenta edición con un cartel, al revés, de la serie Peluquería de Ouka Leele.

“Sí, nada más bajarte del avión y empezar a ver revistas y planos de la ciudad con el cartel, hace impresión”, nos comenta feliz Ouka Leele al tiempo que se entretiene en adivinar con bastante éxito la identidad de las caras en el mosaico de ochenta retratos de la época de Pablo Pérez-Mínguez y entre los cuales está el suyo.

La serie Peluquería de la artista, con los objetos más extravagantes posibles como peinado, se fraguó desde 1978 cuando se trasladó de Madrid a Barcelona. En ella, tomaba estas fotos surrealistas en blanco y negro a gente conocida o anónima para luego colorearlas a la acuarela. Porque lo suyo era la pintura. Y el rostro rodeado de limones de la fotógrafa sueca Maria Espeus, que es fácil confundir con la propia Ouka Leele, es la que los organizadores de los Rencontres de la Fotografía de Arles han elegido como imagen principal para esta quincuagésima edición de un festival fundado en 1970.

Con un detalle importante y es que desde que en 2015 la dirección corresponde a Sam Stourdzé el cartel oficial es una foto de un artista presente pero puesta al revés. Da igual, está en todos sitios y la gente se familiariza. En su momento, Peluquería dio pie a una exposición e incluso a un cortometraje en Super 8 que se ha recuperado para Arles mientras que sobre la pared se proyecta en diapositivas toda la serie. Hay tres originales, como el del cartel, y el resto son obras de los años ochenta con la misma técnica que utilizaba la autora.

No se puede hablar propiamente de fotos porque Ouka Leele realizaba un trabajo plástico. “Primero yo no quería ser fotógrafa, quería ser pintora. Quería ser artista. Que me llamen solo fotógrafa, creo que es no entender mi obra. Esta misma exposición, tiene muchísima pintura. Es una mezcla de pintura y fotografía. Eso es lo extraño e inquietante”.

El mundo de Ouka Leele

ARCHIVO | El cartel oficial de los Rencontres de la Fotografía de Arles 2019, con la foto al revés de Ouka Leele
ARCHIVO | El cartel oficial de los Rencontres de la Fotografía de Arles 2019, con la foto al revés de Ouka Leele

Y esta es también una lectura importante de la muestra comisariada por Pepe Font de Mora e Irene de Mendoza, de la galería Foto Colectania en Barcelona, y el librero parisiense Antoine de Beaupré. Lo·a·s cuatros autore·a·s seleccionado·a·s, que se adscriben a la Movida, son entre sí muy diferentes en estilo e intenciones.

“Lo que pasa en la Movida es que cada uno es de su padre y de su madre”, recalca Ouka Leele. “Coincide en que todos estamos juntos viviendo una época, pero cada uno tiene su mundo. Desde fuera puede que se aprecie una unidad, pero ves mi obra y creo que no tiene que ver con la de Pablo, ni con la de Alberto. Son mundos muy diferentes. El nexo de unión está en la libertad, en la libertad de cada uno por investigar, las ganas de hacer cosas, de mezclarnos, en enseñarnos unos a otros”.

Ouka Leele y Alberto García-Alix son los más conocidos fuera, porque además han vivido en Francia. Pérez-Mínguez, que murió en 2012 a los 66 años, y Trillo no lo son tanto. Pero son representativos, por su papel activo en crear el imaginario de aquel Madrid canalla de música, performances, publicaciones e iconografía transgresora. Y que, al cabo de las décadas, se ha identificado con la figura cinematográfica de Pedro Almodóvar. El anzuelo y nexo que atrae al público internacional.

“Para conocer a Pedro, hay que conocer todo lo demás”, sigue precisando Ouka Leele. “Pedro ha fagocitado o absorbido todo lo que pasaba a su alrededor. Conocía a Alaska que era una niña, con trece años, y la metía en la película ‘Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón’ (1980). A mí también me metió en ‘Laberinto de pasiones’ (1982). Él es un gran catalizador de sus compañeros. Y todos están en sus películas. Si conoces el cine de Pedro y ves el contexto de lo que estaba pasando alrededor y de donde ha sacado esas ideas, se entiende mucho más”.

La proyección de Almodóvar

PABLO PÉREZ-MÍNGUEZ | El póster con Almodóvar, Alaska y McNamara con que se anunciaba un doble concierto la noche de Fin de Año de 1982 en la sala Rock-OIa
PABLO PÉREZ-MÍNGUEZ | El póster con Almodóvar, Alaska y McNamara con que se anunciaba un doble concierto la noche de Fin de Año de 1982 en la sala Rock-OIa

Aquí es cuando Ouka Leele nos cuenta uno de esos momentos mágicos del Madrid que salía de la dictadura. “Cuando yo era muy jovencita y me llamaba Bárbara (Allende Gil de Biedma), y nada más, iba a unos pases de película de Pedro que hacía en Super 8. Era en los setenta, cuando yo estaba casi en el colegio. Las películas no tenían sonido y él hacía las voces de los personajes. Éramos cuatro gatos, pero resultaba maravilloso. Luego, nos veíamos en las fiestas. No había redes sociales. Y, cuando te daban las doce o la una, te ibas a un sitio en que sabías que estaban todos”.

Uno de los carteles impactantes de la exposición es el de Pérez-Mínguez con Almodóvar y McNamara (que eran pareja musical) con Alaska (época Pegamoides) para anunciar un doble concierto de la Nochevieja de 1982 en el Rock-Ola. No era otra cosa que una imitación glam de la imagen de la gira de Tina Turner Let’s stay together.

Allí es donde se agranda la figura de Pérez-Mínguez porque su estudio de la calle Monte Esquinza del barrio de Salamanca se convirtió en esos años en el epicentro de toda esta galaxia artística donde vida real y vida ficticia se confundían hasta altas horas de la madrugada. En la muestra, se proyecta otro lascivo Super 8 de Almodóvar mientras Pérez-Mínguez va desnudando con su cámara a un modelo. Y ese fue el lugar elegido por Almodóvar, aparte de su fotonovela Patty Diphusa para El víbora, como parte de su segunda película Laberinto de pasiones. En la que aparecían los estrafalarios sombreros de Ouka Leele.

Pérez-Mínguez, el anti-Warhol

Su sobrina Rocío Pérez-Mínguez, que tiene preparada una biografía de los aspectos menos conocidos de su tío, nos valora este trabajo a la sombra: “en la época de la Movida, lo que hizo Pablo fue algo muy pionero. Sobre todo en España, que salía de la dictadura y esas cosas eran tabú. De pronto, exhibió fotografías con el culto al cuerpo, de clara estética gay, homosexual”.

Se podría pensar en una especie de Factory madrileño como Andy Warhol en Nueva York. Pero su sobrina lo relativiza. “La diferencia es que Pablo odiaba el tema de las exposiciones y toda esta industria. A él lo que le gustaba era hacer fotos y que se las publicaran. Era el anti-Warhol. Si Warhol era un magnífico hombre de marketing, él todo lo contrario. Sería la antítesis, pero no así como artista”.

Los amigos de García-Alix

VICENÇ BATALLA | Alberto García-Alix en la sala que le está dedicada en los Rencontres de Arles dentro de la exposición sobre la Movida
VICENÇ BATALLA | Alberto García-Alix en la sala que le está dedicada en los Rencontres de Arles dentro de la exposición sobre la Movida

En su caso, García-Alix conocía a Almodóvar pero su relación no era tan cercana. También su mundo era más rock y menos pop. Lleno de tatuajes y subido a una moto, aspecto que a sus 63 años todavía le confieren un aire de persona que vive a la contra. No en vano, hace tres años tuvo un cáncer de laringe. Pero pese a que su voz emerge ahora gutural, la actitud no ha cambiado. “¡Yo todo esto lo miro como si le hubiera pasado a otro! Reconozco las imágenes de cómo aprendí a mirar. Soy yo, mi parte buena”. Y se ríe, de vuelta de muchas cosas. “Es mi vida lo que está en esas fotos, chutándome, con los amigos, los rockeros…”.

Sí, porque en esas fotos él también se ponía delante de la cámara como relato autobiográfico. Junto a Ana Curra, Fernando Coyote, Santiago Auserón, Eduardo Haro, Fabio McNamara, Eva Lyberten, Rosa… Algunos vivos, otros que ya no están. Cuando se le pregunta cómo era vivir al límite, él responde: “yo no veía que viviera al límite. ¡El límite era tener dinero!”. Y lo resume, no sin volver a reírse, con otra frase sobre el efecto que le produce la sala que le está dedicada: “¡Me redime!”.

Lo destacado de esta selección es que el 95 por ciento de lo expuesto es original. O sea, con el tamaño real más pequeño de entonces. Y que no se había visto ni en la retrospectiva De donde no se vuelve en el Museo Reina Sofía en 2008. “La exposición tiene la virtud de que las copias son las que hice en su momento. No como el positivado moderno que tiene otros tamaños. Aquí, se ve la mano del fotógrafo, del autor, como revelaba. Esto es lo que yo tengo en mi baúl”. Incluso para él este tamaño ya le parecía “una sábana de grande”.

La rebeldía como una arma

ALBERTO GARCÍA-ALIX | <em>Eduardo y Lirio</em>, epígrafe de la foto que hizo García-Alix del poeta maldito Eduardo Haro Ibars y su compañero Ángel Luis Martínez Lirio
ALBERTO GARCÍA-ALIX | Eduardo y Lirio, epígrafe de la foto que hizo García-Alix del poeta maldito Eduardo Haro Ibars y su compañero Ángel Luis Martínez Lirio

Aunque García-Alix diga que la única que puede seguir subiendo a un escenario a los sesenta años es Ana Curra, su compañera de esa época, su visión de las cosas continúa siendo igual de ácida. ¿La entrada de Vox en el ayuntamiento madrileño y su influencia en el gobierno municipal? “La extrema derecha en Madrid, ¡ni en mis peores pesadillas! ¡No es justo! ¡Qué maldad! Madrid no es así”. Y enumera la empresa de demolición que ya se ha puesto en marcha contra las decisiones de la anterior alcaldesa Manuela Carmena como el cierre del centro dedicado a la memoria histórica.

“Hace cuarenta años nos arrogamos la libertad. No luchamos por ella, ¡no las arrogamos! Que no es lo mismo”, explica ante la actitud a tomar. “En la Movida hubo un hedonismo terrible. El optimismo nos invadía. Ahora, el pesimismo es lo que arrastra”, lo que no le impide reírse de nuevo. “No, no se repiten las cosas en la vida, en la historia. Repite la situación, repite la tiranía, repite el dolor”.

De momento, se va un mes a Lima porque un amigo suyo le deja una casa para que pueda hacer fotos de la capital peruana y su gente. “Quiero irme a Lima por la mirada. Cuando estás un mes de tu vida en un sitio fotografiándolo, te unes a ese sitio. Espero estar brillante, ¡con la gracia divina y el espíritu santo!”. Medio en broma, medio en serio nos cuenta qué entiende por ello como si para él extraer imágenes de la realidad fuera una cuestión mística. Y me reta a ser capaz de sacar una imagen original de nuestro encuentro. “¡Después de cuarenta años de hacer fotos no me toques los cojones! ¡No es fácil!”.

De fondo, se pasa en bucle en una pantalla el cortometraje No hables más de mí, que Televisión Española produjo en 1984 para el programa de Paloma Chamorro La edad de oro y que termina con la consigna muerte o gloria. Su recuerdo es malísimo, porque explica que los trabajadores de TVE le hicieron la vida imposible e incluso él tuvo que ponerse a hacer de actor por la espantada del que debía hacerlo junto a Ana Curra y el desaparecido cantante de culto sevillano Silvio. Antes, había realizado otro corto El día que muera Bombita conjuntamente con el también desaparecido en septiembre pasado Ceesepe. “Yo soñaba con hacer películas de cine”, confiesa antes de despedirnos como lamento por esa fallida experiencia que le frustró ese deseo para casi siempre.

Trillo y una juventud en mutación

VICENÇ BATALLA | Miguel Trillo, en la reproducción de la exposición <em>Fotocopias. Madrid-Londres</em> de 1983, que se ha hecho en el palacio del Arzobispado de Arles
VICENÇ BATALLA | Miguel Trillo, en la reproducción de la exposición Fotocopias. Madrid-Londres de 1983, que se ha hecho en el palacio del Arzobispado de Arles

Este sería un elemento en común con otros de los protagonistas de la exposición, porque Miguel Trillo también reconoce que su deseo inicial era hacer cine. Finalmente, se tomó la licencia de fotografiar a las tribus urbanas y lo siguió haciendo compaginándolo con su tarea de profesor de literatura y lengua española primero en Madrid y después en Barcelona. Este lingüista, ahora ya jubilado, no para de descifrar signos ante cualquier foto de ayer y hoy como buen semiólogo de las imágenes.

Así se lo explicaba a Chamorro, que nos quitó en 2017, en su venerada La edad de oro que aunque solo estuvo dos temporadas en antena entre 1983 y 1985 dejó un rastro imperecedero sobre cómo hacer televisión pública y militancia artística. Era con motivo de la exposición Fotocopias. Madrid-Londres que presentó en 1983 en la galería Amadís. En las paredes, un fondo de plástico negro y, diseminadas por encima, fotocopias de las fotos obtenidas gracias a la primera Canon en color. “Curiosamente, esas fotos han terminado en el Reina Sofia. No quieren una foto de época, sino la fotocopia porque dicen que cuentan mejor cómo era aquello”, nos detalla Trillo.

MIGUEL TRILLO | Una pareja que asistía al concierto de los Rolling Stones en Madrid, en 1982, fotografiada por Trillo
MIGUEL TRILLO | Una pareja que asistía al concierto de los Rolling Stones en Madrid, en 1982, fotografiada por Trillo

En Arles, se ha reproducido enteramente esa exposición. Y, mientras el autor se pasea por su interior, nos van contando historias que recuerda de las personas que aparecen en esas instantáneas: “aquí se ven a los Exploited en Londres tocando en el 100 Club, donde nació en 1976 el punk rock. Este chico es yonqui, coge el sida y se ahorca. Hoy me acabo de enterar, pero ya son muertes naturales, de una chica que también ha fallecido. Aunque no paro de retomar el contacto con otras personas. Ahora, con las redes sociales, es más fácil encontrar la pista”.

Entramos y salimos de esa sala con las paredes de plástico negro, pasamos por al lado de los facsímiles de su fanzine Rockokó y recorremos las imágenes indistintamente en blanco y negro y color, en su mayoría originales con la técnica del cibachrome que ahorraba el negativo, hasta detenernos en unas cajas de luz donde las fotos se van iluminando. Pese a que también hay imágenes de grupos de música locales, en la mayoría de los casos se trata de público que refleja el componente social y de cambio de la época. Como una pareja que acudía al concierto de los Rolling Stones en el estadio Vicente Calderón de Madrid en 1982. “Yo hice fotos del público en vez de Mick Jagger. ¿Qué podía aportar yo de nuevo con fotos de Mick Jagger?”, razona sobre su elección que no era muy bien recibida por las revistas.

Y pese a su escapada a Londres y comprobar su ventaja en cuanto a industria que se vivía allí, su sitio era Madrid. “Yo tenía que dedicarme a hacer fotos en Madrid aunque fueran personas con el pelo alborotado con jabón y no como en Londres con crestas de colores. Pero, en Madrid, lo estaban viviendo con autenticidad y un gran deseo de libertad”.

Identidad y generación

GUNDULA SCHULZE ELDOWY | Una imagen de la serie nocturna que esta fotógrafa alemana hizo en 1987 y que integra la exposición <em>Los cuerpos impacientes 1980-1989</em>
GUNDULA SCHULZE ELDOWY | Una imagen de la serie nocturna que esta fotógrafa alemana hizo en 1987 y que integra la exposición Los cuerpos impacientes 1980-1989

Ahora, que Trillo ha vuelto a Madrid tras veinte años enseñando en el extrarradio barcelonés, su residencia está en Puente de Vallecas. “Es como en Los Ángeles, que oyes hispano por todos sitios”. Este entorno latino lleva a la nueva fusión del hip hop con el reguetón que desemboca en el trap y que es objeto en estos momentos de su galería en Instagram.

La pervivencia de un espíritu que une una época a la otra sigue pasando por la apropiación del cuerpo como manera de redefinir su identidad cuando las raíces locales se mezclan con los valores generacionales. “La nuestra es una exposición que trata de todos estos elementos de la contracultura, de la identidad, de la juventud. Que estaba latente, después de tanta dictadura”, nos resume la comisaria Irene de Mendoza. Y que, cuarenta años después, suena más de actualidad que nunca.

De forma paralela, dentro del ítem este año de los Rencontres Mi cuerpo es un arma, se exhiben otras cuatro exposiciones que tocan estas temáticas y en dos de ellas del mismo periodo. Es el caso de Cuerpos impacientes, con fotógrafo·a·s de la Alemania del Este entre 1980 y 1989 antes de la caída del Muro de Berlín, y de la checa Libuse Jarcobjácová en Evokativ donde lo·a·s autore·a·s exponen sin reparos sus cuerpos como resistencia a algo que no podía ser controlado por las autoridades. Aunque, para ello·a·s, tuviera que ser en la intimidad.

De forma contemporánea, la griega Evangelia Kranioti en Los vivos, los muertos y los que están en la mar sigue de cerca esos cuerpos que, en Rio de Janeiro, tiene como protagonista a la comunidad transexual que se opone el nuevo poder de Jair Bolsonaro. La japonesa Pixy Liao invierte en Una relación experimental el equilibrio de fuerzas con su compañero y visualiza lo que sería un sexo fuerte y un sexo débil al revés.

Un circuito, sobre la cincuentena de exposiciones oficiales de la cita de Arles en sus cincuenta años, que se enriquece y se refuerza. Las 150 fotos y otros objetos de que se compone la muestra de la Movida (con la complicidad también del coleccionista Adolfo Autric) cuenta con portadas de vinilo, revistas, pósters y proyecciones musicales en un caleidoscopio del momento. Con publicaciones efímeras como La luna de Madrid o Madrid me mata. El periodista Víctor Lenore cuestiona esta época en Espectros de la Movida. Por qué odiar los años 80 (Akal, 2018), por su falta de compromiso político real. Un debate que pueda continuar vivo cuando la exposición se presente en la misma galería barcelonesa Colectania entre octubre y febrero próximos.

Lee la entrevista a Pedro Almodóvar en el Festival de Canes 2019 por Dolor y gloria

 

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