VICENÇ BATALLA. ¿De qué reímos? A esta pregunta el coreógrafo italiano Alessandro Sciarroni responde por la voz y el movimiento dejando que bailarine·a·s y espectadore·a·s saquen sus propias conclusiones durante casi una hora de carcajadas ininterrumpidas. En una puesta en escena igual de incómoda que impactante, Augusto es el nuevo espectáculo de este artista que ha llevado la extenuación del cuerpo humano al paroxismo de la risa y la reacción incrédula del público. La estrenó en la Bienal de Danza de Lyon en septiembre pasado y ahora llega al Festival Grec de Barcelona (Mercat de les Flors, 20 y 21 de julio) con nueve intérpretes sobre escena a la búsqueda de una empatía con el resto del grupo. Flamante León de Oro por su trayectoria en la Bienal de Venecia, Sciarroni explicaba con la excitación inherente del momento en Lyon el proceso de creación y las expectativas posibles con los diferentes públicos.
Alessandro Sciarroni ya nos hechizó con su anterior ciclo sobre la rotación sobre uno mismo a ritmo de música electrónica y de baile en Turning project. Con la versión Motion sickness y los bailarines de la Ópera de Lyon, abrió la Bienal de 2016 de esta ciudad al lado de una creación de la valenciana Marina Mascarell. Después, como artista asociado del parisino Centquatre, hizo otra versión él en solitario en que seguía dando vueltas sobre sí mismo con una mano levantada y otra en la cintura hasta convertirse en una especie de pirulí disco ambulante.
Desde 2017, el coreógrafo de 43 años ha iniciado un nuevo ciclo sobre la música y la voz donde el sonido humano es el material para construir un desplazamiento en el tiempo y el espacio a partir de técnicas de performance. Lo comenzó a hacer en París con el Instituto de Búsqueda y Coordinación Acústica/Música (IRCAM) con uno·a·s bailarine·a·s a los cuales se les procesaba en directo la voz. Y lo ha concretado, en torno a la risa imparable, con un grupo de once bailarine·a·s internacionales que se alternan para ser nueve en escena y del cual forma parte el contratenor catalán Pere Jou (cantante del grupo Quart Primera).
“Hice el casting en un momento de mi vida en que tenía ganas de estar rodeado de gente que me quisiera”, confesó Sciarroni en un encuentro en septiembre pasado con la prensa antes de estrenar Augusto. Se presentaron unos quinientos candidato·a·s y lo·a·s once escogido·a·s lo fueron después de una larga selección. “Más allá de su talento y habilidades, lo que quería era un grupo que se quisiera lanzar a una aventura. Con quien pudiera vivir y trabajar. La historia del grupo también es parte de la creación de la obra. Esta risa responde a la excitación de estar y compartir las cosas juntos. Y del hecho de que, pese a la excitación, te puedas llegar a sentir solo. Tienes ganas de reír y no sabes muy bien por qué. Esta excitación también habla de nuestra fragilidad y el miedo por ser excluidos de un grupo al cual quieres pertenecer”.
Augusto, el emperador y el payaso
El título de Augusto juega con el doble significado en italiano del primer emperador romano y del nombre que se le da al payaso excéntrico que hace de contrapunto al blanco y en teoría más listo. “Estaba muy interesado en este gran contraste porque el payaso Augusto siempre está borracho, hace bromas y es quien lleva la nariz roja”. Sobre la escena, los bailarine·a·s-performers no llevan ninguna nariz roja y van vestido·a·s con camisa o camiseta pero asumen este rol de objeto de la risa de los demás.
El dispositivo se basa asimismo en un movimiento rotatorio, no sobre uno mismo, sino en coro alrededor de este escenario. Un vértigo que se acelera con la risa. Una de las inspiraciones para el coreógrafo es el ensayo La risa (1899), de Henri Bergson. “En él se dice que reímos porque queremos corregir los malos hábitos de nuestra sociedad. Una cosa que es verdad, pero no me quería limitar a hablar de esto. Sino de lo que representa una risa espontánea encima de un escenario y como utilizarlo para hablar de goce. Esta es la primera parte del espectáculo. Siempre hay una energía misteriosa cuando fuerzas a los actores a repetir las acciones una y otra vez. En este caso, queríamos mantenerlo ligero y evitar empezar de forma obsesiva. En la segunda parte, evidentemente, mostramos otros aspectos de la risa y la atmósfera es cada vez más dramática”.
Música y oleadas
Otro elemento importante es el musical, porque aunque en este caso no se procese en directo la voz humana, sí que Sciarroni se ha valido del dúo francés de electrónica Yes Soeur! para componer un sonido sobre el cual se alinean los bailarine·a·s. “El trabajo de los músicos ha sido importante para evitar el efecto de película de horror. En la primera parte, el sonido paisajístico permite una atmósfera alegre. Y, en la segunda, la secuencia rítmica fuerza a los bailarines a organizar la risa. Escuchan este universo sonoro y se ven obligados a acordarse a su respiración”.
Entre medio, y en momentos de descanso, el mismo Pere Jou canta una área. Pero es para mejor continuar después con una segunda parte más lanzada. “La risa llega en oleadas. Esta relacionada con una energía, que se repite en el tiempo y que se dirige hacia el público. Y no se trata de pequeñas oleadas de ritmo, sino de muy largas”.
De hecho, el propio coreógrafo reconoce que durante la preparación del espectáculo hubo episodios de desconcierto. “Hubo un momento en que me desesperé porque la risa se convirtió en histérica. Les cansaba tanto, que no podían parar y tenían que ir al lavabo para refrescarse. Si tienes una tendencia natural a reír, no es peligroso pero tampoco es algo recomendable”.
Fue cuando tuvieron que recurrir a una profesora, Monica Gentile, que practica el conocido como yoga de la risa. “Nos enseñó cómo respirar, cómo utilizar el cuerpo produciendo una risa con la energía más positiva posible. Esta práctica establece que el cuerpo no puede comprender la diferencia entre una risa real y una de falsa. Y, si la risa es falsa, no es ningún problema porque el cuerpo recibe los mismos efectos positivos”.
Que nadie se piense, por ello, que asistirá a un espectáculo terapéutico al uso. En Lyon, una parte del público se iba incómodo con lo que estaba viendo. Y, otros, especulaban sobre cuál era la risa real y cuál la falsa. Antes de conocer esta reacción, pequeños grupos de espectadores habían acudido a los ensayos. “En algunos momentos que para mí eran muy trágicos, la gente reía porque la risa es contagiosa. ¡Y en otros momentos, en los cuales pensaba que la gente reiría, nadie lo hacía! Y, evidentemente, la reacción y la risa del público afecta a la obra”.
La reacción del público
Esta declaración respondía a una pregunta que le hicimos sobre si a públicos de países diferentes corresponderían reacciones diferentes. “En la segunda parte de la pieza, todo está escrito y no hay espacio para la improvisación. En la primera, en cambio, hay una parte escrita pero el cincuenta por ciento es en tiempo real. No creo que el espectáculo varíe en función del país donde se actúe, sino porque el público es diferente y su energía también”.
Por otra parte, esta tampoco es la primera pieza que se explora este tipo de experiencia. En 2004, la madrileña La Ribot fue a buscar voluntario·a·s por cada ciudad europea por donde pasaba para ver quién era capaz de seguir riendo al cabo de setenta minutos en 40 espontáneos. Y, en 2006, la francesa Maguy Marin en Ha! ha! hacía una lectura más política con siete performers sentado·a·s como una orquesta de cámara y unos muñecos a su lado que iban siendo eliminados de sus sillas.
Le pusimos la cuestión sobre si conocía estos antecedentes. “Es verdad que mucha gente me ha hablado de estas obras. Pero, cuando empiezo los procesos, lo que hago es evitar conocer lo que han hecho los otros. No me gusta ver lo que hay sobre el tema en danza o teatro. Antes he citado a Bergson, pero habitualmente tampoco me gusta leer ni disponer de otras referencias dramatúrgicas. El trabajo que hago es realmente con los bailarine·a·s y el mejor libro que puedo leer son los seres humanos con su presencia, sus sentimientos y su forma de relacionarse entre ellos”.
León de Oro veneciano
Quizás es esta originalidad lo que ha visto el jurado de la Bienal de Danza de Venecia para otorgarle hace pocos días el León de Oro a su trayectoria. Aunque no se pueda decir que sea un coreógrafo que ya lo haya explicado todo a su edad. Después de Lyon, Augusto también se ha visto en otras ciudades francesas, Lieja y Venecia. Y, más tarde, irá a Holanda, Portugal y otras ciudades italianas dentro del Creative Hub europeo que agrupa al Grec, la Bienal de Lyon, el Teatro de Lieja y el Municipal de Oporto.
No creemos estar haciendo un spoiler, en una pieza tan sensorial y conceptual como esta, si finalizamos con otra de las declaraciones de Sciarroni sobre la continuidad de su ciclo sobre la voz. “La búsqueda sobre la risa ha sido tan larga, que no tenemos la impresión de haber acabado. Para a alguno de los bailarine·a·s, es justo un comienzo. Al final del espectáculo, uno de ello·a·s se pone a llorar. Es como cuando los niños juegan entre ellos. Ríen mucho y, de golp, uno se pone a llorar. Y hacíamos broma proponiendo una continuación en torno al acto de llorar, como un Augusto II”.
Crónica de la Bienal de Danza de Lyon 2018 en parisBCN
Crónica de las obras de la Plataforma Europea presentadas en Lyon en parisBCN
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