VICENÇ BATALLA. La música y actriz Helena Miquel abre una serie de tres entrevistas con actrices y actores de la película Cerrar los ojos, el primer largometraje del esencial Víctor Erice en treinta años. La segunda y tercera corresponderán a Manolo Solo y Ana Torrent. No tenemos directamente al octogenario Erice (Karrantza, Vizcaya, 1940) porque no fue al estreno mundial en el pasado Festival de Cannes en mayo. El motivo lo explicó él mismo en una carta al diario El País, y supone una ruptura de confianza con el delegado general del certamen, Thierry Frémaux, no tanto por no haber incluido la cinta en la competición oficial, sino porque no le comunicó con suficiente tiempo la decisión de relegarla al apartado de Cannes Premières, de estrenos fuera de concurso. El director español contaba con la posibilidad de abrir la sección paralela, fuera del Palacio de Festivales, de la prestigiosa Quincena de Cineastas o, incluso, de ir a los certámenes de Locarno o Venecia.
“Entre dos interlocutores como Thierry Frémaux y yo, que nos conocíamos desde hace ya algún tiempo, lo natural hubiera sido el diálogo y la consulta”, escribe Erice en esta carta al País. “Es decir, la consideración del otro. Es justamente lo que he echado de menos en su relación conmigo. Y no para que me concediera un favor o un privilegio, sino para que me diera la oportunidad de valorar y elegir entre las otras alternativas que ‘Cerrar los ojos’ tenía”, acaba la misiva en una clara muestra de dolor por lo que había pasado. Su reacción pública, el 24 de mayo dos días después de la proyección de la película en la sala Debussy, con más de mil espectadores entre ellos los protagonistas que descubrían a la vez el largometraje con los periodistas, se debió a que Frémaux había dicho a la prensa y en esta misma presentación que el montaje final de Cerrar lo ojos no había llegado a tiempo para considerarla entre los 21 films en competición. Una cosa que rebate completamente Erice en su carta, con detalles técnicos y de fechas.
La dirección del festival, en un comunicado a la agencia Efe se dijo “sorprendida” por estas declaraciones y aseguró que Frémaux había mantenido “contacto en persona con Víctor Erice”. Cosa que este desmiente. Y que recuerda en una entrevista en el diario Le Monde, aprovechando su presencia en este caso sí en el también francés Festival de La Rochelle, a principios de julio, donde no duda en afirmar que se trata “de una falta de lealtad”, con el objetivo de que la sección Cannes Premières impida las películas “ir a otros lugares”, es decir a otros festivales.
Un desafortunado desenlace para una película que está a la altura de lo que se espera de un realizador que en Cannes había estado en competición con El sur en 1983 y había recibido en 1992 el premio Especial del Jurado por El sol del membrillo, una cinta bastante más árida que Cerrar los ojos. Y, esto, tras haber obtenido la Concha de Oro en San Sebastián con El espíritu de la colmena en 1973, como bofetada cinematográfica en las postrimerías del franquismo. Erice, además, había formado parte por voluntad del mismo Frémaux del jurado de Cannes 2010, presidido por Tim Burton. Una falta de diálogo en el último momento que extraña entre estos dos cinéfilos y que deja un lastre que, no obstante, se empieza a contrarrestar con el estreno de Cerrar los ojos antes en Francia, el 16 de agosto, que en las pantallas españolas el 29 de septiembre. Y con críticas elogiosas francesas, del mismo modo que nosotros salimos hechizados de aquella primera proyección. Sin tener el carácter rompedor de sus tres únicos largometrajes anteriores, este que se puede considerar su testamento cinematográfico completa y reivindica toda su obra como una especie de autoficción, en que también hay cosas de su film frustrado El embrujo de Shanghai.
No nos alargaremos más y dejaremos hablar a los propios actores y actrices. Está también el grande Josep Maria Pou, en apertura y cierre, José Coronado, María León y un Juan Margallo que ya aparecía en El espíritu de la colmena. Y, como presentadora de televisión de telerrealidad pero de manera nada tremendista, figura la experiodista Helena Miquel (Barcelona, 1972), más conocida como uno de los tres componentes del grupo musical Delafé y La Flores Azules. A la vez que la banda de pop barcelonés revive después de veinte años, Miquel reencuentra el mundo del celuloide y encara una doble madurez artística. Como la que acompaña en la cinta al personaje del cineasta retirado Miguel Garay, el alter ego evidente de Erice.
¿Cómo ha sido la experiencia? Porque tiene que ser un premio poder trabajar con Víctor Erice…
“Sí, lo siento así, como un regalo. Me siento afortunada de formar parte de este proyecto, de esta película. Realmente, fue una sorpresa recibir la llamada de la productora diciéndome que Erice me quería hacer un casting. Fue ¡cómo, a ver, perdón, un momento! (risas). ¿Por qué este señor ha ido a parar a mí? Fue a raíz de haber hecho ‘No habrá paz para los malvados’ (2010). Él es muy amigo de Enrique Urbizu y habían hablado de ello. ¡Pero hace diez años que había hecho aquella película!… Al final, ha sido una experiencia muy bonita. He tenido muy buena conexión con Erice, he trabajado muy cómoda. Esto me hizo estar muy tranquila, no sentir un estrés añadido”.
Además, ¿tú debes haber visto sus películas y sabías su importancia para el cine español e internacional?
“Totalmente. Me sentía tan afortunada, que lo que pudiera venir después ya me parecía suficiente”.
Cuando te escogieron para hacer el papel de productora y presentadora de este reality show, ¿te dio muchas instrucciones de cómo lo tenías que tratar?
“Me dijo que planteaba el programa como una cosa nada sensacionalista. Explicándome que, en la medida que esta periodista podía, era rigurosa. Él no quería mostrar la cara más frívola de esta profesión”.
Porque, está claro, tú has trabajado en ambos lados…
“No, él quería el rigor en la investigación y que la periodística fuera seria. Él quería transmitir que no fuera sensacionalista ni amarillo”.
Cargada de simbolismo
¿Hablaba de sus intenciones en la película, porque hay muchas cosas referenciales de su obra, aunque no sea muy extensa? ¿O, más bien, dejaba las escenas abiertas?
“No, no lo explicitaba. Cuando yo leí el guion, en ocasiones veía muy claro cómo podía llegar a ser aquella escena. Por su tipo de lenguaje, deducía cómo podía plasmarlo en la pantalla. Pero, otras, no me las imaginaba, no las veía tan claras. Me preguntaba cómo lo haría, como lo trasladaría con su impronta. ¡Aunque es verdad que es todo tan simbólico, tan poético, con tantas referencias a su obra, a su biografía! Todo en su conjunto, es autobiográfico, como cerrar un círculo. Incluso el título de la película, ‘Cerrar los ojos’. Lo encuentro maravilloso. Esta película, está cargada de simbolismo”.
Dirigiendo la película, ¿a él se le veía tranquilo, cómodo, inquieto?
“Estaba inquieto, estaba cansado (risas). ¡Estaba inquieto! Esto, quizás, lo definiría mucho. Muchas veces, estaba inquieto porque se le acababa el tiempo. Porque el día tenía veinticuatro horas y, el rodaje, diez. Creo que es una persona muy reflexiva a quien le gustaría dedicar tanto tiempo a cada cosa que hace, y en cada plano, que su inquietud era “se me acaba el tiempo, ¡necesito más tiempo para hacer esto!”. Pero, a la vez, antes de empezar a rodar cada set, lo veías observar el terreno y estaba dos o tres minutos pensante dónde poner la cámara, o más rato. Acabando de ver todos los detalles y como lo debía visualizar en su cabeza, por la luz, sobre otras cosas… ”.
Estaba tomando decisiones sobre la marcha…
“¡Sí, estaba tomando decisiones sobre la marcha en el mismo set de rodaje! Porque, está claro, sobre el papel tú te lo puedes imaginar, incluso con las localizaciones, pero yo creo que, justo antes de rodar, acababa de construir aquella escena, aquella secuencia”.
Es cómo si se estuviera acordando de cuando había hecho las otras películas, después de treinta años…
“Quizás sí… Me ha sorprendido a mí, incluso, después de ver la película, tan cargada de símbolos como está. Y del hecho de hablar de la memoria, de mucha melancolía. Es un canto al recuerdo, a la memoria, de lo que somos y de cómo hemos llegado a ser lo que somos por lo que hemos sido. Y esta pérdida de la memoria que interpreta José Coronado. ¡Qué importante es la memoria, porque si no dejamos de ser lo que somos!”.
Descubrimiento en Cannes
¿La proyección de anoche fue la primera que veías todos?
“Era la primera, no habíamos visto la película”.
Al mismo tiempo que los periodistas. Debía ser todo un impacto…
“Impactante, y muy emotivo el aplauso final de toda la sala. Con unos minutos largos. Y nosotros digiriendo aún lo que acabábamos de ver”.
¿Sabéis por qué no ha podido o no ha querido venir, Víctor Erice?
“Por motivos personales, nos han dicho. Y me hubiera encantado que estuviera, nos hubiéramos dado un gran abrazo. Y hubiéramos compartido este momento. Tendremos otros, seguro”.
¿Y cómo compaginas ahora el trabajo en el cine con tu grupo musical?
“Pues, muy bien. Porque son dos mundos muy paralelos, muy similares. Y se pueden compaginar perfectamente. Afortunadamente, los conciertos no son durante una semana. Vas haciendo actuaciones, son días puntuales. Y se pueden compaginar con un rodaje”.
Porque habéis vuelto con la banda Delafé y Las Flores Azules…
“Hemos publicado dos canciones (‘Aquí ahora’, ‘Quiromántica’) y, ahora, estamos haciendo la gira del vigésimo aniversario de la banda. La gira es hasta noviembre. Y esperamos, el año que viene, continuar dando más conciertos fuera de Cataluña. Este año, lo hemos concentrado bastante en Cataluña”.
¿Tienes otros compromisos a nivel de cine?
“No, pero me encantaría. Y deseo que esta carrera, que esta nueva oportunidad que se me abre, me permita crearme y hacerme un camino en el mundo de la interpretación”.
* Especial Festival de Cannes 2023
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