VICENÇ BATALLA. La competición del Festival de Cannes ha empezado de verdad con dos películas de origen y géneros diferentes, pero que comparten la misma rabia y rebelión contra el abuso de las injusticias y el poder. Por un lado, el thriller semidocumental francés Les miserables en la banlieue de Ladj Ly, y por otro, el western futurista brasileño Bacurau de Kleber Mendoça y Juliano Dornelles.
Películas sobre la banlieue, los suburbios franceses, hay muchas. Pero no todas captan realmente desde dentro la vida de estos habitantes que solo salen en las noticias por los conflictos. Llegado a los cuarenta años, Ladji Ly ha decidido convertir todo el material documental que había elaborado hasta ahora en una ficción y ha salido Les Misérables, que juega directamente con el título de la conocida novela de Victor Hugo. Porque Ly es nacido en la localidad periférica de Montfermeil, allí donde el escritor del siglo XIX situó parte de la trama de su libro y allí donde en 2015 estalló la revuelta de los jóvenes de los suburbios quemando coches y que se extendió por toda Francia. Concretamente, en la aglomeración de Clichy-Sous-Bois/Montfermeil a únicamente quince kilómetros de París.
El realizador de origen maliense proviene del polígono de pisos de Les Bosquets, una de las zonas más degradadas del país y donde conviven más de treinta nacionalidades diferentes. Estamos en el famoso 93, el número de departamento del Sena Saint-Denis. Ladji lleva desde los diecisiete años grabando la vida de su población. Y antes y después de 2005 ha extraído de ahí diferentes documentales, dentro del colectivo Kourtrajmé (Kim Chapiron, Romain Gavras, JR …). En el momento en que ha querido hacer un largometraje de ficción se ha basado en sus propias experiencias e intuiciones convirtiéndolo en un trepidante thriller que no es maniqueo ni reduccionista.
Los personajes principales son tres policías que patrullan durante la jornada, pero que poseen sus propias contradicciones y permiten ir ampliando la panorámica en este marginal entorno urbano del que se extrae al menos una poesía que va desde los pisos destartalados y los solares abandonados a las vistas desde un dron. Y, dentro, la vida de estas diferentes comunidades que se cruzan entre magrebíes, subsaharianos, blancos, familias gitanas y un melting point con sus chanchullos y solidaridades locales.
Ahora, como en 2005, la posibilidad de explosión entre los jóvenes y las fuerzas del orden es palpable. Hace catorce años, lo fue por la muerte de dos adolescentes electrocutados cuando los perseguía la policía. En el filme, es una rocambolesca historia por el robo de un león cachorro de los gitanos del circo. Que Ladji explica que vivió de verdad. Y, a partir de ahí, se llega al clímax final en una escena de interior de escalera de máxima tensión donde el director deja la puerta abierta a la interpretación de cada uno, pero a modo de insumisión de lo que hizo arder en su momento a su hogar. El estadounidense Spike Lee no renegaría de este Do the right thing a la francesa.
Western futurista en Pernambuco
Nos situamos en otro continente y en un futuro próximo, en la región del noreste de Brasil y en un pequeño pueblo semidesértico que resiste al acaparamiento del agua por parte de los poderosos y los intereses norteamericanos. Es el municipio ficticio de Bacurau y la historia se desarrolla como un western futurista donde los habitantes deben organizarse para evitar morir de hambre y ser arrinconados en sus propias tierras. Kleber Mendoça Filho y Juliano Dornelles llevaban años escribiendo este guión y la actualidad parece como si se hubiera puesto de acuerdo en hacer en relacionar directamente este relato con la pesadilla de la llegada al poder de Javier Bolsonaro y su intención de abrir completamente los recursos del país a las multinacionales. Como un Mad Max brasileño.
Porque, además, los mercenarios que acosan el poblado son supremacistas blancos que están cegados por la violencia. Pero una parte importante del filme, seguramente la más cautivante, reside en el color, vivacidad y luchas del pasado que exhiben estos habitantes mestizos que no pierden sus costumbres a pesar de abrazar la modernidad y protagonizar las peleas intrínsecas de su pueblo. Ambos realizadores son de la región y es donde se inspiran mejor para sus proyectos. Mendoça Filho estuvo en competición en Cannes hace tres años con una meritoria Doña Clara (Aquarius), donde el personaje de Sonia Braga resistía a la especulación urbanística en primera línea de mar de Recife. Ahora, Braga hace frente en este caso a otro actor de renombre como el alemán Udo Kier que es un habitual de los filmes de Lars Von Trier.
Hay un tercer personaje ambiguo en su sexualidad y legendario en su existencia que hace que la película no pierda nunca sus raíces míticas y psicotrópicas. Y, la banda sonora, se alterna entre música tradicional o compuesta para la ocasión y un tema del estadounidense John Carpenter a quien de paso se le rinde homenaje por sus distopías. A Carpenter se le hacía los honores, precisamente, este miércoles en la Quincena de Realizadores.
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