Orfeo y la heroicidad de una Semana de Arte en Aviñón

CHRISTOPHE RAYNAUD DE LAGE | Una de las actrices de <em>El juego de las sombras</em> de Jean Bellorini, delante de otro de los actores sobre un viejo piano, en la Semana de Arte en Aviñón
CHRISTOPHE RAYNAUD DE LAGE | Una de las actrices de El juego de las sombras de Jean Bellorini, delante de otro de los actores sobre un viejo piano, en la Semana de Arte en Aviñón

VICENÇ BATALLA. Encerrados en La Fabrica, la sala creada haca siete años lejos del Aviñón intramuros, con un juego de actores/actrices, cantantes, músicos, luces y llamas, servidos por el mito de Orfeo, la ópera barroca de Monteverdi y la palabra viva de Valère Novarina, todo bajo la batuta de Jean Bellorini en su Le jeu des ombres (El juego de las sombras), conjurábamos la pandemia. Era como una comunión con los dioses y el infierno, con lo sagrado y lo terrenal, eso que hace única una representación en directo entre la escena y el público y que abría de alguna manera la Semana de Arte en Aviñón (23-31 de octubre) como un acto de resistencia pero también de generosidad respecto al festival anulado en verano. Asistimos a cinco de los siete espectáculos programados, entre ellos Mellizo doble de Israel Galván-Niño de Elche, que nos transportaban más allá de las mascarillas, el distanciamiento social y los toques de queda. Crónica de una celebración en tiempos de angustia.

El director del Festival de Aviñón, Olivier Py, que acaba su mandato precisamente en la septuagésima quinta edición de 2021, ya trabaja con el lema del año que viene: se souvenir de l’avenir (acordarse del avenir). Una manera de no quedarse atrapado por estos tiempos turbios e imaginar, a través de la palabra del teatro, nuevas formas de expresión artística que nos hagan ser más fuertes y audaces.

La edición de 2020 estaba concebida bajo el leiv motiv de Eros y Tánatos. Según la dualidad freudiana que el amor y la muerte son indisociables. Y es como si el destino se hubiera querido apropiar de este concepto haciendo imposible la manifestación de tres semanas en julio. “La mort s’est jouée des nous” (la muerte se ha reído de nosotros), resumía en la apertura de este certamen alternativo de octubre Py que confiesa que durante el confinamiento ha escrito un guión cinematográfico sobre los últimos días de Molière.

El mito romano de Orfeo no es otra cosa que la bajada a los infiernos de un hijo de dioses que encarna la figura del artista en búsqueda de su amada Eurídice, de quien llora desconsoladamente su muerte. Los dioses lo dejan ir a su encuentro para llevarla al cielo, a cambio de no mirarle la cara. En un momento de duda, sin embargo, Orfeo se gira para mirarla y la promesa se deshace. La ambigüedad de esta acción deja abierta la cuestión de si Orfeo se gira intencionadamente porque prefiere el mundo de los mortales y sus pasiones, y en consecuencia el uso de la palabra, en vez de una eternidad sin cambios y monótona.

La veintena de actores/actrices, músicos y cantantes en el escenario de El juego de las sombras deambulan com si de múltiples fantasmas de Orfeo se tratara, en una coreografía que hace entrar por la vista sus digresiones y voces. El texto escrito expresamente por el autor suizo Valère Novarina es tan barroco como la ópera de Monteverdi y a menudo no sabemos hacia dónde nos quiere llevar por el retorcimiento de la lengua francesa que transforma las declamaciones en toda una gimnasia. Pero lo que importa es que estas palabras toman vida en un conjunto visual que hipnotiza en este reino de unas sombras tan inspiradoras. Jean Bellorini ha hecho un musical atemporal, con Monteverdi pero también temas de music-hall, y una escenografía donde la decoración casi se limita a toda una serie de pianos y teclados antiguos. Para este brillante conjunto, se ha valido del coreógrafo Thierry Thieû Niang, el director musical Sébastien Trouvé y el original vestuario de Macha Makeïeff.

El centenario del Teatro Nacional Popular de Villeurbanne

CHRISTOPHE RAYNAUD DE LAGE | El mito de Orfeo, la muerte y el infierno impregnan la visión exuberante de Jean Bellorini en <em>El juego de las sombras</em>
CHRISTOPHE RAYNAUD DE LAGE | El mito de Orfeo, la muerte y el infierno impregnan la visión exuberante de Jean Bellorini en El juego de las sombras

Este dispositivo tan especial y que traspasa géneros y épocas se tenía que estrenar la segunda quincena de julio en el Patio de Honor del Palacio de los Papas. Pero la prolongación del confinamiento parcial lo hizo imposible. De hecho, Bellorini se ha convertido a sus 39 años en el director del Teatro Nacional Popular de Villeurbanne (TNP), al lado de Lyon. Y esta obra debía conmemorar este mes de noviembre los cien años del TNP. La conmemoración se ha tenido que retardar a principios del año que viene, pero al menos la pieza ya está en marcha y se ha podido integrar en la Semana de Arte en Aviñón

Esta ha sido la solución de Py para poder dar salida como mínimo a siete del medio centenar de espectáculos programados en verano. En una recuperación de los orígenes del célebre festival de la Provenza. En septiembre de 1947, simultáneamente a una exposición de arte moderno en el Palacio de los Papas, el director teatral Jean Vilar organizó una Semana de Arte en Aviñón con representaciones escénicas. Al año siguiente, ya se llamaría Semana de Arte Dramático antes de adoptar definitivamente en 1949 el nombre de Festival de Aviñón, el cual nunca ha renunciado al arte contemporáneo.

En esta Semana de 2020, no era posible utilizar espacios tan grandes al aire libre como el Patio de Honor de palacio. Pero sí otros más pequeños y, en el caso de la La Fabrica, reduciendo su capacidad de 800 plazas a la mitad. En este sentido, no se halla en el interior de las murallas y la ciudad histórica. Es la herencia del anterior equipo a Py (Hortense Archambault y Vincent Baudriller), que quiso dejar un espacio de creación y residencia que no existía el resto del año en el municipio. Y lo hizo en medio de una zona que refleja de forma mucho más fiel la realidad social de Aviñón, con numerosos polígonos de pisos para las rentas bajas.

Discurso a las naciones africanas y diálogo en el teatro

CHRISTOPHE RAYNAUD DE LAGE | El actor de Burkina Faso Étienne Minoungou, en su <em>Rastros. Discurso a las naciones africanas</em>
CHRISTOPHE RAYNAUD DE LAGE | El actor de Burkina Faso Étienne Minoungou, en su Rastros. Discurso a las naciones africanas

La presión de las restricciones aun se agudizó el día antes de la apertura de la Semana, con el anuncio de la extensión del toque de queda en Francia de las nueve de la noche a las seis de la mañana en poblaciones como Aviñón. La organización se vio obligada a avanzar en tres horas la mayoría de los espectáculos. Los de la noche a la tarde, y los de la tarde a la mañana. Lo que obligaba el público y los profesionales a trastocar su agenda en un momento en que las cosas ya son más difíciles que nunca.

CHRISTOPHE RAYNAUD DE LAGE | Yoshi Oïda y Kaori Ito, en un diálogo intergeneracional desde Europa en <em>El tambor de seda. Un nô moderno</em>
CHRISTOPHE RAYNAUD DE LAGE | Yoshi Oïda y Kaori Ito, en un diálogo intergeneracional desde Europa en El tambor de seda. Un nô moderno

Por eso, fue muy emocionante poder asistir a la una del mediodía a la primera de las representaciones de la Semana con Traces. Discours aux nations africaines (Rastros. Discurso a las naciones africanas), del actor y activista teatral de Burkina Faso Étienne Minoungou. En el auditorio del museo contemporáneo Collection Lambert y acompañado de su compatriota músico Simon Winse (kora, n’goni, arco musical, flauta peul), Minoungou desplegó este discurso escrito por el intelectual senegalés Felwine Sarr. Entre palabra y música, la llamada surgida en rebeldía contra la manera cómo Occidente trata África desde una posición moral superior también es una invitación a la población del continente para que se deshaga de sus propios lastres a causa de la connivencia con quien perpetúa esta jerarquización de los espíritus. Minoungou, que hará una gira hasta llegar al Festival Harmatán de Madrid en mayo que viene, no podía retener las lágrimas por los aplausos del público al final.

Desde otro continente, los japoneses residentes en Francia Yoshi Oïda y Kaori Ito efectúan un diálogo intergeneracional lejos de su tierra en Le tambour de soie. Un nô moderne (El tambor de seda. Un moderno). Oïda es un veterano actor (87 años) que ha participado en piezas legendarias de Peter Brook (Le Mahabharata), mientras que Ito ha sido bailarina para Philippe Decouflé, Alain Platel o James Thierrée y ahora posee su propia compañía Himé. Oïda, que fue amigo del escritor Yukio Mishima, baila por primera vez en su vida al lado de Ito en esta adaptación que Mishima hizo de la obra medieval de teatro Nô en que la chica hace creer que el anciano la puede llegar a seducir antes de que este se le aparezca en fantasma. La confrontación, que cuenta con las percusiones en directo de Makoto Yakubi, ofrece momentos de gran belleza y la simplicidad de uno se complementa con la virtuosidad de la otra.

Israel Galván y Niño de Elche en la oscuridad

CHRISTOPHE RAYNAUD DE LAGE | Niño de Elche e Israel Galván, en plena performance de su <em>Mellizo doble</em> en Aviñón
CHRISTOPHE RAYNAUD DE LAGE | Niño de Elche e Israel Galván, en plena performance de su Mellizo doble en Aviñón

En materia de complementariedad, Mellizo doble de Israel Galván y Niño de Elche llega a un súmmum de atrevimiento y experimentación con el baile y cante flamenco que sigue asombrando al público. La suya es una simple disposición escénica (un par de sillas, un par de cajones, pequeños rectángulos y círculos para hacer con ellos percusiones con pies y manos), para que el canto sincopado de Niño de Elche y el baile dislocado de Galván hagan el resto. Francisco Contreras sigue sacando oro de su Antología del cante flamenco heterodoxo (Sony, 2018) y Galván, que lo incluyó en su espectáculo La fiesta presentado en el Patio de Honor del Palacio de los Papas en 2017, hace de Contreras su alter ego perfecto para las performances.

El prefacio de la malagueña de El Mellizo es una simple excusa para esta reunión de hermanos de escena, que han paseado del Sonar barcelonés a un tablao de Tokio pasando estos mismos días por Lausana o Stuttgart y que se va transformando sobre la marcha. Respecto a lo que les habíamos visto en el Sónar en 2018, ahora introducen a la mitad una escena completamente a oscuras en que Niño de Elche deja ir sus letanías mientras Galván baila sobre una superficie llena de grava en un crescendo que desemboca en una explosión de sentimiento y rabia con la gravilla disparada en todas direcciones. Es cuando se nos vuelve a aparecer en el claro oscuro la figura del bailaor. Fascinante.

CHRISTOPHE RAYNAUD DE LAGE | Israel Galván revolcándose entre la gravilla en medio de la penumbra, en <em>Mellizo doble</em>
CHRISTOPHE RAYNAUD DE LAGE | Israel Galván revolcándose entre la gravilla en medio de la penumbra, en Mellizo doble

Y esto lo hacían dos días seguidos con dos sesiones por jornada. Los saludamos en el camerino al final de la primera de las sesiones y allí estaban alimentándose antes de una serie de entrevistas con la prensa francesa. Y adaptándose a los horarios avanzados, que no les quita para nada su espontaneidad y efervescencia. “No nos preocupa el hecho de tener que actuar a la una del mediodía”, nos decía un Galván tumbado en el suelo haciendo flexiones de recuperación.

El último de los espectáculos vistos fue Andromaque à infini (Andrómaca al infinito), de Gwnaël Morin, a partir de la tragedia lírica de Racine que recrea los amores no correspondidos en la corte de Pirro en medio de las rivalidades en la antigua Grecia. Si un texto en alejandrinos como este ya es de difícil seguimiento si no se adapta a un contexto actual, más lo es que Morin escoja que sus actores y actrices jóvenes aceleren la dicción y se intercambien los roles en función del momento. Es una estrategia encerrada en sí misma que impide conectar con la pieza. Pero nos parecería injusto hacer una crítica demasiado dura, entre otras razones per la gran voluntad de estos actores y actrices y el solo hecho de que la representación es itinerante en barrios donde no llega tan a menudo el teatro.

Las otras dos obras de la Semana eran Moby Dick, de la marionetista Yngvild Aspeli, y Une cérémonie (Una ceremonia), de los belgas Raoul Collectif y su cabaret insumiso que en esta ocasión toman como modelo al Quijote. Desgraciadamente, las representaciones de Moby Dick se tuvieron que anular por un caso positivo de Covid de un miembro de la compañía. Lo que demuestra la fragilidad con la que trabajan en estos momentos todos los artistas, de teatro, de danza o de música en general, y la heroicidad que ha supuesto la celebración de esta Semana de Arte en Aviñón. Antes de acabarse, todo Francia se volvía a confinar y era imposible continuar representando el resto de espectáculos.

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