VICENÇ BATALLA. En películas bien distintas, el catalán Albert Serra presentando su nueva inclasificable Liberté y el mallorquín Agustí Villaronga haciendo de actor en el film rumano La Gomera fueron protagonistas este fin de semana en Cannes. El primero desconcierta con su nueva obra y el segundo hace el papel de mafioso en el disputado thriller de Corneliu Porumboiu. Como también lo es el del chino Diao Yinan, El lago de las ocas salvajes.
El bañolino Albert Serra no se corta cuando le dan la oportunidad de volver al Palacio de Festivales en Cannes, con financiación europea y tras la buena acogida de La muerte de Luis XIV en 2016. Aprovecha la obra de teatro el año pasado en la Volksbühne de Berlín con los históricos Helmet Berger y Ingrid Caven sobre el libertinaje ilustrado en Prusia y hace un largometraje de más de dos horas de lentas perversiones nocturnas en un bosque que se fue a filmar al Alentejo portugués, por cuestiones de producción. El resultado es Liberté (el francés es la lengua más utilizada aunque también se escucha el alemán y el italiano), que a estas alturas es la película más radical que ha hecho el cineasta. O entras en este juego perverso cercano a la performance, o abandonas.
La reacción del público en su primer pase el sábado por la tarde en la sala Debussy, con el ministro español de Cultura José Guirao y buena parte de la crítica francesa en la platea, fue de ovación. A los que no les estaba gustando, ya se habían ido. El consejero delegado del festival, Thierry Frémaux, había presentado al inicio la película como «un maravilloso trabajo formalista». Serra, que subió solo al escenario sin actores ni productores, le dio la razón y nos emplazó a dejarnos llevar por las ganas de deseo con las que él, dice, imaginó esta obra.
A nosotros hemos de reconocer que nos costó entrar. Al contrario de lo que habíamos experimentado con Honor de cavalleria (2006), El cant dels ocells (2008), Historia de mi muerte (2013) y la misma La muerte de Luis XIV. Aunque no eran aquellos tampoco filmes dóciles. De esta búsqueda de ir más allá, jugando con registros de contemplación plástica más que de narración y visión diáfana, hablamos con Serra en esta entrevista. La película se estrena en Francia el 4 de septiembre.
La otra sorpresa de la misma jornada del sábado fue la presencia del realizador de Palma Agustí Villaronga en la alfombra roja para La Gomera. No es el protagonista de este filme internacional de Corneliu Porumboiu, pero sí que acompañaba a todo el equipo como actor que interviene como capo de una red que esconde un tráfico de drogas camuflándolo en colchones rumanos que se comercializan en Latinoamérica vía Canarias. Y, aparte de Bucarest como desenlace de la trama, esta comienza en la isla de Gomera y el silbo gomero como lenguaje añadido que teje las relaciones entre los diferentes personajes. En este sentido, la película se titula en inglés The whistlers y, en francés, Les siffleurs .
La sátira social de Porumboiu (12:08 Al este de Bucarest, El tesoro ) se convierte aquí en una panorámica de género más distanciada, que utiliza los códigos del filme negro y de espionaje con una estética kitsch como si fuera un Aki Kaurismäki del Este. El reto de irse a Canarias, y terminar incluso en Singapur, le sale bien al rumano que no pierde su humor y la ligereza pese apoyarse en arquetipos cinematográficos y referencias como Centauros del desierto, de John Ford. En aquel western y una escena que aparece en La Gomera, John Wayne también silbaba antes de que llegaran los indios. En el caso de Porumboiu hay un elemento añadido y es que su mujer es la vasca Arantxa Etxebarría, una artista plástica que se ha encargado de la atmósfera de la película. De Villaronga, el realizador explica que lo escogió para darle «un aspecto aristocrático» al capo mafioso.
La China en negro de Diao Yinan
El thriller es un género inagotable para el cine, sobre todo si se actualiza y sirve para retratar las sociedades respectivas. Después de Hong Kong, los directores de la China comunista han tomado el relevo y nos regalan unos relatos visual y narrativamente extraordinarios. Diao Yinan, que ya se llevó el Oso de Oro en Berlín en 2014 por Black coal y colabora con un autor imprescindible como Jia Zhangke, sigue mejorando las expectativas con Nan barro che zhan de ju hu (El lago de las ocas salvajes) presentada en competición. La guerra de bandas por robar motocicletas de esta historia, en una ciudad con balneario, se transforma en una carrera contra la muerte que nos adentra en todo tipo de rincones de la vida china casi siempre de noche. Y, de esta frenética y virtuosa persecución, emergen dos figuras femeninas que acaban dándole sentido a la escapada sin aliento del protagonista. Con la particular coreografía que aportan las cintas asiáticas que, en este caso, pasa por el Rasputin de Boney M.
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