VICENÇ BATALLA. Hay mucho de simbólico en entrevistar a Ana Torrent (Madrid, 1966) en el Festival de Cannes, con la presentación de Cerrar los ojos (estreno en Francia el 16 de agosto; en España, el 29 de septiembre), de Víctor Erice, cincuenta años después de una obra tan emblemática para el cine español como El espíritu de la colmena. En que Torrent, a los seis años, encarnaba a esa Ana que compartía pantalla con Frankenstein y con un miliciano antifranquista tras una guerra ganada por los fascistas. Entonces, la inocencia de Torrent quedó grabada en nuestras retinas -que se mantuvo con el éxito, especialmente en Francia, de Cría cuervos (Premio del Jurado de Cannes 1976) de Carlos Saura, tres años después- hasta que ella misma eligió seguir una carrera de actriz. Lo poco prolífico de Erice -cuatro largometrajes con este- ha hecho que ambos no se volvieran a encontrar hasta ahora para una película como la actual de dos horas y cincuenta minutos. Aunque, en 2012, Erice participó en la obra colectiva 3.11, A Sense of Home –producida por Naomi Kawase y dedicada a las víctimas de la catástrofe de Fukushima por el tsunami en 2011- y, para su cortometraje Ana, tres minutos contó, como no, con Ana Torrent como figura recurrente desde su largometraje seminal.
La afirmación alegórica y reivindicativa “soy Ana” se repite en Cerrar los ojos en un círculo de eterno retorno desde aquel lejano 1973 y que incluye los otros dos largometrajes del cineasta El sur (1983) y El sol del membrillo (1992), y el frustrado El embrujo de Shanghai, y en que Torrent ejerce de nexo de unión. Su áurea nunca ha desaparecido del imaginario de Erice, aunque la actriz se haya expandido hacia otros registros cinematográficos, teatrales y televisivos. En este caso, se reencarna en la hija Ana Arenas del actor desaparecido (Julio Arenas/José Coronado) y se embarca, junto al director protagonista (Miguel Garay/Manolo Solo), en la búsqueda de este padre eclipsado. De este pliegue espacio-tiempo de medio siglo hablamos con Torrent en mayo pasado en Cannes, compartiendo la entrevista con el periodista libanés Hauvick Habéchian, y con el espíritu de Erice a distancia.
¿Fue una sorpresa para ti que Erice te propusiera volver a trabajar en esta película? ¿Habíais mantenido el contacto Víctor y tú?
“Sí, Víctor y yo nos hemos seguido viendo durante todos estos años, de vez en cuando. Hemos hablado de cine, de la vida, él me ha ido a ver a mis trabajos. Nos hemos seguido, trabajamos juntos hace unos años en una pieza corta que el rodó, ‘Ana, tres minutos’. Y la última vez que estaba haciendo teatro en Madrid, me vino a ver. Y, después, me lo contó. Fue una sorpresa para mí, porque por las cosas que había hecho en los últimos años no pensaba que, de pronto, iba a hacer otro largometraje. Me dijo: “voy a hacer otra película, y quiero que estés en ella”. Fue una emoción muy grande, la verdad. Ha sido como un regalo”.
¿Y cómo fue este reencuentro cinematográfico cincuenta años después?
“No se puede decir que me reencontrara con Víctor como director, porque en ‘El espíritu de la colmena’ no considero que fuera actriz. No lo era. Yo no lo viví como un director que me estuviera dirigiendo. No sabía lo que era ser actriz ni lo que era hacer una película. Como director, lo he descubierto ahora. A ver, habíamos trabajado en lo de ‘Ana, tres minutos’. Pero, eso, era una pieza corta! Ahora, he visto cómo dirige. Es muy minucioso todo lo que quiere. Muy preciso todo lo que te pide. Todo tiene un sentido en la escena: desde la ropa que llevas, el color, el objeto, lo que tocas, lo que no. Pero, a la vez, Víctor me conoce. Y el personaje era Ana, había una parte de mí que él quería. Entonces, fue un entendimiento relativamente fácil”.
Un círculo del espíritu
¿Te explicitó mucho lo que quería hacer, te dio muchos detalles? ¿Te precisó que iba a ser como una especie de cierre?
“Él me contó de qué iba la película, de ciertas cosas de las que quería hablar. Me contó toda la historia. Pero no me habló de un cierre. La película tiene su cierre. Víctor está en un proceso y creía que debía abordar esta historia. Quería hablar de este momento vital. Claro que hay una referencia a su vida, a su cine. Hay un círculo también, aquí, del espíritu. Hay un hablar del cine de antes, de ahora, de la memoria, de la identidad, de quiénes somos, de qué dejamos, de qué hemos elegido… Sí que hablábamos de momentos como el de volver a decir “soy Ana”, eso sí. Cuando lo leí, me quedé muy impactada. Y, cuando llegó el momento de rodar, hablamos de qué significaba, qué quería transmitir. Había un contacto claramente con ‘El espíritu de la colmena’, con la Ana de entonces. Con una serie de cosas que tenían un sentido. Aunque tampoco hablaba todo el tiempo de lo que quiere contar. A él, también le gusta que las películas hablen por ellas mismas. Creo que hacemos muchas más lecturas, muchas más preguntas nosotros. No sé si hablar de incógnitas, pero sí que nos hace pensar más de lo que él nos cuenta. El cine para él es un testimonio”.
¿Cómo te dirigió Víctor para este personaje?
“Al conocerme y haber escrito este personaje para que lo hiciera yo, hay algo que nos une entre los dos. Él quería una parte de mí que él conoce. Y yo entendí cuál era esa parte, lo que quería de esta Ana. Fue más un acto de darnos, de ofrecernos, de estar ahí. Luego, es muy detallista en ciertas cosas. Todo tiene un sentido. En cuanto a la interpretación del personaje, me dejó un poco de libertad, pero porque ya me conoce… Hay un poco ahí de truco. Me deja libertad, pero porque ya sabe que yo sé lo que quiere”.
Da la impresión que Víctor te hace hacer a ti de paso de testigo de lo que era el personaje de Ana en El espíritu de la colmena, con seis años, inocente, con un personaje que la vejez le ha hecho perder la memoria. En el personaje de Julio Arenas…
“Hay más. Hay un descubrimiento en la chica de ‘El espíritu de la colmena’ y hay un descubrimiento aquí de Julio Arenas. O sea, el cine como lugar de descubrimiento, lugar de búsqueda, de identidad”.
Algo relacionado con el poder del cine…
“El poder del cine como el lugar donde se invoca a tu memoria. Eso estaba en el ‘El espíritu’ y está aquí”.
Y él deja abierta la interpretación sobre qué recuerda el personaje de Julio Arenas…
“Él lo quería dejar abierto. Yo tengo mi opinión, pero es la mía (y se ríe). Qué ha pasado ahí, en esa búsqueda. De quiénes somos y de quiénes elegimos ser. Y de quiénes queremos ser. Lo que nos ha venido impuesto, lo que no”.
Un adiós al cine
No se puede dejar de pensar en esta película como un homenaje al cine. Sobre todo por el final, como si fuera el final de una época para el cine, para el realizador…
“A mí no me gusta hablar en boca de Víctor. Creo que es él quien tiene que hablar. En las pocas entrevistas que Víctor concede, no es nueva su opinión sobre ese cine que ya no existe, que ya es muy difícil de encontrar. Como lo audiovisual ha podido con todo, ya no se encuentran esas salas de cine en celuloide. No solo lo piensa él, porque es una realidad. Es una realidad que ese cine está muy desaparecido. No es lo mismo ver una película, ir al cine, cómo se rueda. No es lo mismo lo que se cuenta, quién lo cuenta, quién controla y quién no”.
Hay una referencia directa a El espíritu de la colmena...
“Sí, hay muchas en la película. Ese cine de pueblo, la llegada al cine. El personaje del doctor es (Juan) Margallo, que es el fugitivo en ‘El espíritu de la colmena’. Está la invocación del “soy Ana”. Incluso se va a Segovia a ver a esa mujer, donde se rodó la película. También hay cosas de ‘El embrujo de Shanghai’… ”.
¿Hay cosas también de El sur, haciendo tú de Icíar Bollaín con la desaparición del padre, con esa escena en la cantina de El Museo del Prado?
“Ahora mismo, quiero volver a ver esa escena… Y también hay cosas de ‘El sol del membrillo’, que me apasiona. Pero es verdad, respecto a ‘El sur’, que puede haber allí algo con el padre. Aunque habría que preguntarle todo eso a Víctor (y se ríe abiertamente), porque yo no quiero hablar por él”.
Francia en el recuerdo
Es una película abierta a muchas interpretaciones. Se puede hacer la hipótesis de que los dos protagonistas masculinos son uno solo. Como dos facetas de un solo personaje…
“Sí, yo también lo creo. La estatua de Jano, que se ve al principio, tampoco es casualidad. No hay ninguna casualidad en el cine de Víctor. Uno mira al pasado, que no puede olvidar; el otro ya ha olvidado… Es que me estáis preguntando mucho por Víctor y soy muy respetuosa. Y especialmente con él, ¡porque es tal maravilla oírle hablar y lo que pueda contaros!”.
Y dada tu popularidad en Francia, donde eres un icono por Cría cuervos, ¿qué te esperas de la reacción en este país con Cerrar los ojos?
“Lo que espero es que guste la película. Ayer (22 de mayo, estreno mundial en el Festival de Cannes) nos llevamos una muy grata sorpresa con la recepción. Aquí, en Francia, hay mucho amor al cine, y mucha memoria. Que la película está bien, ya lo sabemos. Pero de lo que se trata es de que eso se transmita y llegue al público. Que la vea la gente. ¡Que volvamos al cine!”.
¿Es un peso tener que asumir esta popularidad por Cría cuervos?
“Es verdad que, cuando has hecho estas películas, dejas unas expectativas en que el listón está alto. Me alegro de que, ahora, vean esta. Porque creo que está a la altura (y se ríe). Pero no todas las películas que hacemos pueden ser tan celebradas. Eso, lo hace Víctor. Yo salgo en otras películas, unas mejores, otras peores, otras que gustan más, otras que gustan menos. Víctor ha hecho cuatro, y son cuatro joyas. Yo no puedo estar a esa altura en todas, supongo. Es muy difícil, es una carrera de fondo lo nuestro”.
* Especial Festival de Cannes 2023
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